Agustín Almendra pensó en dejar de jugar al fútbol. Desinfló la pelota, se sacó durante un tiempo la camiseta de Boca y buscó por un rato ser un chico cualquiera. No es fácil convertirse en futbolista profesional. Más aún cuando el día a día no es fácil, como les ocurre a infinidad de pibes que se hacen grandes sin tener ni siquiera 20 años. Se necesita contención familiar, amigos que no aparezcan sólo cuando hay entradas o una vuelta olímpica, alguien que ayude a no tomar malas decisiones, aplomo para manejar el impulso de la tentación. Y suerte para tener alguna nueva oportunidad cuando un enojo circunstancial, el ego, o la falta de madurez lógica a tan corta edad lleva chocar el propio destino. Debió pasar mucho tiempo, alguna tapa de diario con buen augurio, también títulos en los portales que excedían la sección deportes, más de una lágrima que no se publicó en ningún lado, para que el ahora volante de Racing se fuera de un clásico justo contra su ex club como figura y ovacionado por el exigente público del Cilindro. Aquel Almendra volvió a vivir en una cancha.
Ya con 24 años, con el máster a las corridas que significa ser papá, aunque también con la soga corta de Gustavo Costas, Almendra disfruta otra vez de jugar. De su tranco que parece cansino pero es un paso bien europeo, como ya veían cuando se asentó en el mediocampo renombrado con Varela y Medina. Alan ya se fue al Porto de Portugal y Cristian está a punto de ser transferido al fútbol turco. Algún prejuicio, o juicio previo, pudo merodear ahora la figura de Agustín. La otra semana, cuando el arquero Arias hizo catarsis en TV y habló de jugadores a los que les había faltado compromiso, la información en esa parte del mundo de Avellaneda apuntó a la cadencia de los colombianos en el club pero también lo rozó un rato a él. Todo se desvaneció después del Racing 2-Boca 1 del sábado. Aunque lo haya reconocido a media palabra, para él fue especial jugar contra Boca, donde nació. Y más con la camiseta de la que es hincha. Sonaba a error cuando se decía en la previa que Almendra podía ser un duda para el entrenador. Hay partidos que son especiales para los jugadores como él.
Su aparición había sido con buenas sensaciones. Un mediocampista con buen pie, técnica, media distancia. A veces su marca más severa fue la propia, que le quitó algunas chances. Así, en el inicio del ciclo Riquelme dirigente fue cuando Almendra pensó en una vida fuera de las canchas. Ahí se le arrimaron los más grandes, le aconsejaron. Hasta que volvió y otra vez disfrutó con la pelota con Russo como entrenador. El gran paso atrás llegó con Sebastián Battaglia… En una práctica, el propio técnico tiempo después blanqueó que el jugador le cuestionó «ganaste cuatro Libertadores al pedo». Fue una forma, delante de todos, de desestimar su capacidad como líder y otro dardo que minimizaba su capacidad de acción con Román como dirigente. Battaglia se enfureció y pidió que lo borraran del plantel. El Consejo de Fútbol acató la medida. Y para que el ruido fuera más explosivo, como si no alcanzara en la caja de resonancia que es Boca, apareció Benedetto, en esos días con ganas de transformarse en referente, para hablar muy duro del error de Almendra. A retroceder mil casilleros…
Pasó un tiempo de la peor forma para esperar: colgado. Almendra tenía que entrenarse pero sabía que no podía jugar. Esbozó una disculpa pública a los dirigentes pero no al entrenador. Siguió el duelo mediático con el Pipa, que actuó en un rol que no le correspondía. Avisó en el club que no se iba a quedar. Inicialmente su idea era esperar, tragar veneno, el propio y el de los demás, para después irse con su familia a jugar al exterior. Pasó otra vez el tiempo y una vez más cambió el rumbo inicial. El lugar elegido, pese a las críticas de las redes sociales porque se presentó como hincha en la plataforma oficial, fue Racing. Un equipo que armó un plantel para pelear a la altura de Boca y de River, aunque todavía no pudo conseguir ese salto de calidad. Lo fue a buscar Fernando Gago, un entrenador que lo conocía de su club anterior y que suele buscar rescatar talentosos con algún paso en falso. Gago se fue y llegó Costas, el DT mascota.
RACING 2-1 BOCA
GUSTAVO COSTAS:️»#Almendra tiene todo para ser un jugador diferente. Se lo digo todos los días. Es muy claro con la pelota. Es importante para nosotros, que esté así todos los partidos»
️ @FabriDesabatto
@RacingClub#RacingPositivo #LigaProfesional pic.twitter.com/jRJAfLfrZJ— Racing Positivo (@rpositivook) September 15, 2024
Almendra se transformó en uno de los jugadores favoritos de Gustavo. Con su estilo paternal, contó alguna vez que a veces lo tiene que estimular con algún reto a Agustín para que no pierda la tensión competitiva. Aunque se nota que confía en él. De hecho es un entrenador jugadorista, con más instinto que rebusques tácticos. En el partido con Boca pareció parte de ese olfato poner en los últimos minutos a Juanfer Quintero y a Roger Martínez. Después, con la complicidad del talento, dejaron expuesto el sistema defensivo de Boca en la pelota parada. Los marcadores no persiguieron cuando Roger salió de la zona hacia el espacio, Chiquito Romero salió tarde y quedó a mitad de camino. El final de la película fue un Racing ganador, eufórico, que salvó el rosario de su entrenador y le potenció las dudas a Boca en la semana previa al partido con River. En el medio, y apenas levantando la voz, se fue uno de los grandes ganadores de este clásico tan grande del fútbol argentino: Almendra, el que nunca dejó de jugar contra Boca…