Altamirano y una perfecta decisión: el show no siempre debe continuar

En medio de una situación de mucha angustia en el partido de Estudiantes y Boca, nadie especuló con lo deportivo. Cuando lo que está en juego es la salud y no los tres puntos, hay que priorizar la vida y el momento emocional más que rodar la pelota.

Por Cholo Sottile

Mar 19, 2024

La imagen angustia, asusta, conmueve, duele. De la nada, Javier Altamirano se derrumba en el piso y empieza a sufrir convulsiones. El Ruso Ascacibar, su compañero de Estudiantes, es el primero que llega a socorrerlo con desesperación. Enzo Pérez llora. Puede tener mil partidos pero nada se compara con el dolor que genera ver a un compañero así. Hay otros muchachos que no pueden ni mirar. Se genera un silencio general y un sudor frío atraviesa a los miles de hinchas que están en el estadio. Y a los que miran por televisión. Como corresponde, no hay repetición ni cámaras insensibles en la transmisión de ESPN en segundos que parecen horas, aún con el chico chileno sin reaccionar. Eduardo Domínguez, el entrenador, corre hacia dentro de la cancha y hace la seña del volante para pedir urgente que ingrese la ambulancia. Van los médicos locales y también los de Boca. Los otros compañeros de Altamirano buscan a su pareja en la tribuna. Saben que son su único sostén emocional en el país y todo lo potencia saber que ella está embarazada.

El pánico sigue, la sensación de temor ya queda chico a esa altura. Hasta que lo pueden trasladar y unos minutos después saber que los médicos logran estabilizar al chico de 24 años. Carla Salomón, un nombre para agradecer y aplaudir, actúa rápido camino al hospital que está enfrente. Ahí es cuando llega la información diciendo que Altamirano está bien y se anuncia por la voz del estadio. Los hinchas aplauden. Se sienten aliviados. Como declara un rato después Domínguez, son una familia y estaba mal uno de los suyos. El partido, como corresponde, a los 27 minutos del primer tiempo es suspendido. Repasando el cuadro por cuadro de la situación se demuestra que era lo único posible. Hacer lo contrario hubiese sido un despropósito, algo inhumano. El show no siempre debe continuar.

«La vida va por delante de un deporte. De cualquier situación. Lo hablamos en el día a día con los jugadores. Hay muchas cosas más importantes que un partido de fútbol, o que nuestro trabajo, como son la salud y la familia. Y cuando pasan estas situaciones debemos dar el ejemplo que queremos dar todos los días. Fue muy difícil lo que se vivió en el vestuario. Los jugadores lloraban porque Javi es un chico muy querido. Buscamos desesperados a su mujer en la platea para que esté con él. La familia de Estudiantes se movió rapidísimo», dice Eduardo Domínguez con tanta sensibilidad como claridad conceptual. Y también le agradece a Boca. Como corresponde, el club rival no buscó sacar ventaja de la situación ni apurar una decisión. Cuando pasa algo así, contemplando que muchos en la cancha y afuera temieron el peor final, no importa el calendario ajustado, la tabla de posiciones ni el reglamento.

Si ahora hay que cambiar para poder meter el Estudiantes-Boca habrá que hacerlo. La AFA ha dejado de lado descensos el año pasado como para ruborizarse si hay que realizar alguna modificación, si se tiene en cuenta que los dos equipos pelean por clasificarse en su zona y la idea es que la fecha 14 se juegue con todos al mismo horario. No es una situación para especular, ni ver si hay futbolistas que deben ser cedidos por fecha FIFA o qué pasa con la Copa Argentina, que de hecho es una competencia divina pero tiene un calendario súper flexible. Es más, cuentan que rápidamente Juan Román Riquelme buscó comunicarse con Javier Altamirano para darle su contención. El otro ídolo que estaba en el estadio, atento a todo, fue el viejo nuevo presidente: Juan Sebastián Verón. Ellos también se movieron antes como colegas que con el protocolo dirigencial.

Antes y después lo más relevante pasa alrededor de la salud de Altamirano. Marcos Angeleri, Director Deportivo del club, confirma que el jugador no tenía antecedentes, que fue el primer episodio conocido. Todo el mundo vio, además, que no hubo un golpe previo. Por eso, para estudiar por qué ocurrió y cómo seguir, es trasladado al Hospital Italiano para hacerle estudios complementarios, después de haber pasado la noche con su pareja y su representante. Ahí se vuelve otra vez a los minutos de angustia, que recién varias horas después pudieron procesar sus compañeros, al saber que el chico ya está bien. No se podía seguir jugando. La decisión, un rato antes o un rato después, no tenía segunda chance. «Primero el chico», se leyó en los labios de Fernando Echenique, el árbitro, mientras hablaba con los capitanes, José Sosa y Edison Cavani.

De hecho, el uruguayo tuvo un cortocircuito con la gente, molesta porque él en un momento estaba dialogando con Diego Martínez con Altamirano aún en el piso. Ahí le hizo un gesto pidiendo silencio, pero no buscó pelear sino que se entendiera que no había que agregarle otro conflicto a una situación realmente conflictiva. El entrenador de Boca, al rato, también puso la salud de Altamirano por encima de cualquier disputa deportiva. Con un jugador peleando por recuperarse, con el caos y angustia que genera la incertidumbre, con compañeros llorando, afectados claramente, había que parar la pelota. Ya no pasaba por actuar como buen profesional. Como pasó, se trataba de tener sensibilidad, corazón. Ser buena persona. Al final es lo que realmente cuenta. En el fútbol, equivocadamente, a veces se divide entre ganadores y perdedores en vez de hacerlo entre buenos y malos. Ojalá este triste episodio sirva para entender que no hay dudas de cuál es la diferencia más importante.

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