Barco, el pibe del Renault 12 que enamoró al hincha de Boca

Antes de llegar a Primera, los fanáticos xeneizes ya sabían quién era. Y cuando empezaron a verlo jugar en la Bombonera los conquistó con su guapeza, talento y carisma.

Por Cholo Sottile

Ago 17, 2023

Boca necesita un ídolo. O, de mínima, alguien a quien querer. Un jugador que venda camisetas, que genere ansiedad por ver cada 15 días en la Bombonera. El último que estuvo en la bandera fue Tevez, el eslabón perdido entre la generación dorada de Riquelme y el resto. Carlitos tenía todo. Era un crack de verdad, no rehén de la exageración del medio que a veces regala ese título. Tenía una historia de película, que lo sacó de Fuerte Apache y lo llevó a los mejores lugares del mundo. Y el combo lo completó que salió de la cantera del club, más allá de algún capítulo con otro apellido con la camiseta de All Boys. Se pensó en ocupar ese lugar vacío con Darío Benedetto, quien llegó al club después de su experiencia europea con ovaciones cada fin de semana. Pipa, se debe reconocer, llenaba varios casilleros: en su primer paso había dejado de ganar mucha plata por su sentimiento de hincha, fue uno de los pocos que zafó del incendio que provocó perder la final en Madrid y otra vez pidió volver pese a jugar en un club donde era hasta dueño. Pese a todo, esa jugada también falló. Un poco porque el 9 asumió un rol de líder que pareció superarlo, otro tanto porque dejó de hacer goles y, sin dudas, lo marcó confesar que habían pensado en no concentrarse antes de un partido de Copa Libertadores porque no habían arreglado la plata de los premios. Cali Izquierdoz lo pagó con el exilio en la Segunda de España; Benedetto no se fue, pero perdió la bendición inicial de Riquelme. Ahora, entonces, con Marcos Rojo perseguido por las lesiones, y hasta que se vea al tantas veces buscado Cavani, ese trono sin dueño parece coquetear con Valentín Barco…

No pasa por caer en las típicas sentencias apresuradas del Mundo Boca, que de tan pasional a veces parece ir de banquina a banquina. Hay situaciones puntuales que sirven para mensurar lo que genera un jugador la gente: el Colo Barco fue ovacionado de entrada por la Bombonera, recordando los compactos en YouTube del debut de Juan Román Riquelme contra Unión. Festejar su primer gol colgado del alambrado tipo Manteca Martínez le hizo sumar muchas millas. Aunque hay mucho más que esa explosión inicial a centímetros del pueblo: Barco es guapo para jugar, talentoso, raspa si tiene que hacerlo, es un pibe del club, tiene carisma y es colorado, o sea, distinto al resto. Así, seduce a los hinchas más grandes y también a los pibes, porque en tiempos virales sus jugadas en Reserva tenían miles de reproducciones en Instagram y Tik Tok. No habla mucho, anda con cara de malo, pero hace ruido. Tanto que un día, en un partido en Tercera contra River, metió un gol y lo festejó con el Topo Gigio. Fue en el 3-0 de 2021. Ese año, con apenas 16, el Colo Barco debutó en Primera de la mano de Miguel Russo también contra Unión…

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El hincha de Boca quiere que le vaya bien a Barco. Se nota cada vez que toca la pelota, ahora más seguido desde que llegó Almirón. Con el nuevo entrenador logró una cantidad de minutos que no había tenido antes, un freno que pareció más una decisión disciplinaria del Consejo de Fútbol por la no renovación de su contrato que por un bajón futbolístico. Lo reconocieron en on integrantes del cuerpo técnico anterior, el del Negro Ibarra. Es decir, la gente ya conocía a Barco y su historia. El pibe llegó al club a los 9 años, un mini Colo. La primera prueba se la tomó el histórico Ramón Maddoni, gran descubridor de figuras, en el 2013. Pasó tres años sin quedar en la pensión. Así que se gastó el Renault 12 de su papá, haciendo los 450 kilómetros ida y vuelta hasta 25 de Mayo. Así, cuatro veces por semana. Y no es que había un catering en el auto ni viajaba en un enorme sillón… “Había veces que no teníamos nada para llevar. Nos alcanzaba para el gas y el peaje. Salíamos de La Candela, donde le daban un sándwich y un jugo. Subíamos al auto, el preparaba el mate y me daba la mitad del sándwich. Me decía ‘yo sé que vos tenés hambre también, ma’. Pero yo no se lo agarraba”, recordó con orgullo la mamá apenas el zurdo debutó en Primera. Valentín, ahora con 19 años y con ese mismo número en su camiseta, sabía que lo estaba dando todo para jugar en la Primera de Boca. Así, con el tiempo llegó la chance de mostrar todo su talento y se encontró cara a cara con la hinchada. Con su hinchada. Barco necesitaba jugar en Boca. Y la gente de Boca necesitaba que jugara alguien como Barco…

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