Agustín, un joven de 12 años, y Cristina Maciel, madre de cuatro hijos, son solo dos de los muchos residentes de Villa 20 que han encontrado en Atalaya Sur una puerta abierta al mundo de la tecnología y la conectividad. En este rincón de Buenos Aires, donde la falta de acceso a Internet era una barrera, esta iniciativa ha marcado la diferencia al impulsar la inclusión digital y abrir oportunidades educativas y laborales para la comunidad.
Agustín, nacido en Villa 20, sueña con ser ingeniero electrónico desde temprana edad. Su entusiasmo lo llevó a unirse al taller de Atalaya en 2022, un espacio que ha desplegado su vocación tecnológica. Ahora, se prepara para ingresar a la Escuela Técnica Otto Kraus, ansioso por aprender y crear. Cristina Maciel, originaria de Paraguay y residente en Villa 20 desde hace dos décadas, lleva tambián a su hija de 10 años al espacio de Robótica de Atalaya. Después de años dedicada al cuidado de su familia, se sumó a un grupo de mujeres del barrio para aprender sobre computadoras e Internet. La conexión a Internet no solo le permitió comunicarse con su familia en Paraguay sino también mejorar la calidad de vida de sus hijos, quienes ahora pueden disfrutar de la tecnología que el gobierno les proporcionó.
«Si no abordábamos el problema de acceso a Internet, que hoy es la plataforma para cumplir otros drechos, se ensanchaba esa brecha de desigualdad», explica Manuela González Ursi, coordinadora general de Atalaya Sur, respaldada por la organización Proyecto Comunidad y responsable de la instalación una red wifi pública, libre y gratuita, además de creadora de «Atalaya Sur – Villa 20 Conectada», para dar voz a la comunidad.
La iniciativa comenzó en 2016 con una red comunitaria y se expandió a la conexión domiciliaria en 2020, justo cuando la pandemia resaltó la necesidad de acceso a Internet para la educación y el trabajo. Durante el auge del COVID-19, Atalaya escaló de 60 hogares conectados en 2019 a 500 hogares en 2020. «Cuando conectaron Internet me sentí súper contenta porque iba a poder comunicarme con mi familia de Paraguay. Y los chicos pueden ver su tele, jugar con la tablet… Es impresionante porque todo lo que antes buscabas en una librería ahora lo tenés online y es más rápido», destaca Cristina.
La coordinadora de Educación de Infancias y Adolescencias en Atalaya, Gabriela Linardo, destaca el desafío de la virtualización educativa en Lugano. Además de brindar acceso a Internet, Atalaya proporcionó apoyo en la alfabetización digital, enseñando a las familias a utilizar herramientas online y facilitando la educación a través de Whatsapp.
Con la flexibilización de restricciones, los talleres presenciales regresaron. Actualmente, 40 niños forman parte de los talleres de Tecnología Educativa y Alfabetización. Para los jóvenes, se ofrecen cursos de Operador de Conectividad, y las madres participan en un taller de Tecnología para su propio aprendizaje y para apoyar a sus hijos.
Atalaya Sur no solo ha impactado en la educación sino también en la empleabilidad de los jóvenes. A través de alianzas con empresas de telecomunicaciones, 16 jóvenes consiguieron su primer trabajo registrado en el sector. Mirando hacia el futuro, el proyecto aspira a replicar su éxito a nivel nacional e internacional. Manuela González Ursi, Gabriela Linardo y Graciela González Jara, referente territorial y vecina de Villa 20, ven en la palabra «oportunidad» la clave para transformar vidas y cambiar la percepción de los barrios populares.
«Desde Atalaya Sur le cambiamos la vida a la gente mediante algo muy chiquito. Mejoramos la educación, el disfrute con el entretenimiento, el trabajo, lo cotidiano, que los vecinos no crean que, por el hecho de vivir en una villa, en un lugar tristemente mal visto desde afuera, no se puede», afirma Graciela González Jara, subrayando el acceso a Internet como un derecho universal.