En mi trabajo una de las preguntas que suelo hacer a las personas que acompaño es: ¿qué estás eligiendo mirar en tu vida en este momento?, ¿qué otras alternativas de enfoques tenés de esta misma situación? Porque, aunque muchas veces los pensamientos parecen aparecer de manera automática, existe un espacio, un pequeño momento de elección, donde podemos decidir en qué enfocarnos. Ese acto consciente, aunque parezca sencillo, tiene el poder de transformar radicalmente cómo vivimos y sentimos nuestra realidad.
Estamos en un mundo que muchas veces nos muestra la insuficiencia: no somos lo suficientemente buenos, no tenemos lo suficiente, no hacemos lo suficiente, no comemos lo suficientemente sano, no ejercitamos lo suficiente, y así con cada aspecto de nuestra vida. Esta auditoría constante hacia nuestra propia vida, este enfoque en lo que falta, nos desconecta de lo que ya está presente, de lo que es y está disponible y es valioso ahora mismo.
Renovar nuestro compromiso con nosotros mismos de conectar con lo disponible implica cultivar una actitud de aceptación hacia la vida tal y como es, lo cual no significa resignación, sino un profundo reconocimiento de lo que ya tenemos, de lo que ya somos.
La aceptación no niega que haya dificultades, miedos o pérdidas. Aceptar es abrirnos a todo lo que aparece, sin resistirlo ni intentar controlarlo. Es observar con compasión nuestra experiencia, en lugar de juzgarla. Desde ahí, podemos elegir un punto de vista que nos permita conectar con la abundancia de lo que está disponible, por pequeño que sea.
Cuando hablamos de renovar ese compromiso, hablamos de practicar activamente la capacidad de elegir el lugar desde donde miramos. Imaginá que tenés dos lentes frente a vos: uno amplifica todo lo que falta y otro resalta lo que ya está. Si eliges el lente de la insuficiencia, cada situación parecerá insatisfactoria, incompleta, incluso cuando tengas todo lo que necesitas. Pero si elegís el lente de la suficiencia, podes empezar a encontrar momentos de calma, gratitud o incluso alegría, aunque las circunstancias no sean perfectas.
Este cambio no ocurre mágicamente. Requiere intención y práctica. A menudo es un proceso diario de notar nuestros pensamientos, detenernos y preguntarnos: ¿estoy enfocándome en lo que falta o en lo que está aquí ahora mismo? ¿Qué elegiría mirar si quisiera sentir paz en este momento?
Renovar este compromiso con vos mismo es un acto de cuidado y amor propio. Es decirte: voy a cuidar mi atención porque sé que de ella depende mi bienestar. Es decidir activamente que querés disfrutar de lo que ya está disponible en tu vida, incluso si todavía hay cosas que deseas cambiar o mejorar.
Recordá siempre que tu bienestar no está condicionado únicamente por las circunstancias externas, sino por cómo decides observarlas. Desde la compasión hacia vos mismo, podés empezar a entrenar esta capacidad de elegir dónde focalizar. Y aunque sea desafiante, vale la pena intentarlo cada día porque cada pequeño momento de aceptación y gratitud tiene el potencial de traer más luz a tu vida.
Una concepción que personalmente me ayuda es dejar de percibir las cosas como fáciles o difíciles sino como limitantes o desafiantes, sabiendo siempre que en cada desafío hay expansión y crecimiento. Existe una forma ideal en la que «deberían» pasar las cosas, y otra en la que en realidad pasan. Trabajemos entonces en ser flexibles con la primera para que podamos conectar y darle valor a la segunda.
Renovar este compromiso con nosotros mismos de conectar y disfrutar de lo disponible es un regalo para vos mismo, que podés hacer aquí y ahora. ¿Qué elegís mirar hoy? Este es el verdadero control interno, ser capaces de elegir en cada momento cómo vamos a relacionarnos con la vida, tal y como se nos presenta en este momento.