Sergio Agüero se tuvo que resetear de golpe. Había dejado el Manchester City, donde se convirtió en estatua, para ir al Barcelona a jugar con Messi en dupla y prepararse para el último Mundial. Pese a estar siempre en las listas desde 2010, Kun no había tenido tanta participación de titular con la Selección. Aun cuando entró en la final contra Alemania en Brasil. En el 2018, cuando mejor estaba -se había operado unos meses antes para llegar bien- Sampaoli decidió sacarlo para jugar con el famoso e increíble falso 9. Pero allá, en España, cuando esperaba un final feliz, el guión de su película dio un vuelco. Un estudio médico le detectó una arritmia y la rápida recomendación de su médico de confianza fue dejar el fútbol profesional. Era un riesgo que no podía asumir.
De entrada él no cayó del todo en la dura realidad. Lo tomó como un obstáculo más de tantos que gambeteó desde que arrancó en las canchas con más tierra que pasto cerca de la villa. Hasta que el día que hizo la conferencia de prensa. Cuando entró al salón, Agüero se dio cuenta que se había terminado el deporte profesional para él. Se quebró. Lloró. Se dejó abrazar. El miedo le invadió ese cuerpo morrudo que respaldó su talento para debutar a los 15 años con la camiseta de Independiente. Alguna vez, con la cabeza acelerando a full su corazón, hasta llegó a sentir que no podía manejar sus palpitaciones y imploró atención de madrugada. Intentó correr al hospital, hasta que el doctor Peidró, histórico profesional que conoció en Avellaneda, lo tranquilizó. Es muy difícil para un futbolista de 33 años tener que retirarse cuando aspiraba a una Copa del Mundo. Su destino ya lo había dejado ganar una Copa América con Argentina. Pero quería un título más que no pudo disfrutar desde adentro… Tiempo después se acomodó, por fin, al nuevo día a día: sus transmisiones de streaming, viajar, ser otra vez papá. Y ahora organizar un torneo de fútbol 7: Copa Potrero para él es conectarse con sus primeros días de jugador.
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Se lo ve feliz al Kun. Seguro que es un plan B, porque es difícil que una enfermedad te retire del fútbol, o de cualquier actividad que amás. Es diferente a tomar personalmente la decisión. Pero desde afuera se percibe que ocupa su tiempo con algo que lo moviliza. Tiene más tiempo para Olivia, su beba, y hasta se dio el gusto de hacer el sorteo en vivo por ESPN con Benjamín. Su hijo varón, el nieto de Diego e hijo de Giannina Maradona, sacó las bolas de los cabezas de serie en el sorteo mientras Agüero mayor se divertía en la conducción… Siempre fue astuto para los emprendimientos comerciales. A los 22 años, cuando podía estar mareado por la fama en Europa, atento a los goles en Atlético de Madrid y al interés del Manchester City, decidió involucrarse con sus números. No sólo manejaba las claves del home banking.
«Yo sabía cada dólar que salía de mi cuenta. Preguntaba para qué era y por qué se hacía esa transferencia», contó en una charla en F90 hace unos días. Ahora también está al tanto de todo: la inscripción de los equipos, las duras sanciones si llega a haber peleas, las charlas tipo Premier League antes de que empiece la competencia y hasta la negociación con los sponsors. No resultó casual su mirada cuando habló de los refuerzos para los equipos grandes del fútbol argentino. «Los directivos deben entender que traer a un futbolista importante no es un gasto, es una inversión. Si vos contratás estrellas, generás más recursos por sponsor, por ventas de camisetas. Hay jugadores que mueven ese mercado», explicó con sencillez algo que otros no entienden. Ahora, con su torneo, no quiere que esos grandes capitales se vayan a Estados Unidos. Y apuesta fuerte: el equipo ganador tendrá 210 mil dólares de premio.
Habla de su nuevo juguete y lo disfruta. Avisa que él no jugará para evitar suspicacias. Muestra los mensajes de jugadores amigos que se suman a su movida. Llega el texto de Leandro Paredes desde Italia atento a quién saca las bolillas. Nico Otamendi le escribe un chiste interno desde Portugal. Y así, habrá otros ex jugadores que participarán para divertirse un rato y para bancar a un tipo que siempre fue muy querido en los grupos. Kun siempre estuvo en la mesa de los chistes, además de la habitación de su amigo Messi. También aparecerán entonces el Burrito Ortega en el equipo de Augusto Fernández, el ex volante de la Selección, River y Vélez. Habrá un representante de Fuerte Apache con Carlitos Tevez como presidente. Otro de la Gata Fernández, de Mauro Zárate y Ricky Centurión, y hasta de José María Basanta, una de las sorpresas de la lista de Alejandro Sabella para Brasil 2014.
Más otros equipos que se inscribieron sin un padrino: llegaron 700 inscripciones a la web pero hubo que pasar el filtro hasta llegar a 40. Tan metido está el Kun en su nuevo desafío que pidió que en Pilar, donde se jugará el torneo, le instalen cinco televisores porque quiere ver todos los partidos en simultáneo para que nada se escape de la hoja de ruta. Un fenómeno que en Europa también es furor, aunque allá tiene algunas reglas más extrañas, como la elección de cartas. Es su ocupación, a los 36 años, para un futbolista que fue crack. Porque hay chicos que lo siguen por las redes por su carisma, por sus reacciones sin filtro ante el tema que sea -el otro día interrumpió una entrevista en la tele porque quiso ir al baño-, pero fue un centrodelantero sensacional. Inteligencia, gambeta, gol, al que apenas apareció el Flaco Menotti lo definió como el Chapulín Romario argentino. Así se hizo estrella mundial, uno de los mejores socios de Messi y dejó estampado su nombre. Astuto en el área, como ahora afuera de la cancha para seguir divirtiéndose en el día después del futbolista.