El mayor coleccionista de botellas que busca hasta en el fondo del mar

Pablo Metrebián despertó su interés en el tema trabajando en el restaurant de su padre en Carlos Paz y empezó a bucear los envases a lo largo de la historia. Tanto es así que fue en busca de botellas en el océano.

Por Jonatan Pedernera

Ago 3, 2023

El amor por las botellas y los objetos antiguos comenzó en la parrilla La Rueda, el negocio de sus padres, en la década del ’70. De a poco, Pablo fue engrosando sus vitrinas y gracias al estudio sumó envases históricos. A los 57 cuenta con una de las colecciones antiguas más importantes de la Argentina y se exhiben cerca de 1.000 botellas en el local Campanario.

Su fanatismo lo llevó a realizar excursiones para investigar ¡naufragios en el Océano Pacífico!  En la actualidad, como le cuenta a ADN+, sigue enfocado en engrosar su archivo de Hesperidina, una bebida típica de nuestro país que ya traspasó varios periodos históricos.

Por su archivo, Metrebián fue contactado por grandes coleccionistas del mundo.

-¿En qué momento nació la pasión por coleccionar botellas?

-Desde muy chico comencé a ponerle el ojo a las botellas en el restaurante de mis padres, con el tiempo arranqué a acomodarlas y a los 12 ya tenía varias guardadas, siempre observando los diseños. Ahí empecé a tomar nota de las que dejaban de salir y después me convertí en coleccionista de objetos de Coca Cola. La pasión fue evolucionando y me fui abriendo a otras marcas. Busqué ejemplares en archivos, publicaciones, recorriendo ferias, pueblos antiguos y hasta buceando  naufragios en el mar.

-¿Cuál fue la más buscada?

-La de Hesperidina, sin dudas. En ese momento puse énfasis en los aperitivos y me costó mucho encontrarla. Ahora ya tengo 100 botellas de ese tipo, de diferentes colores y tamaños.

Los aperitivos forman parte del archivo de botellas.

 -¿Qué personaje argentino crees que merece tener una etiqueta de colección?

-Y, en estos últimos tiempos se han homenajeado a héroes deportivos, me encantaría que el espectro se abra a pioneros y destacados en el arte, la ciencia y la cultura. Puedo nombrar a Emilio Pettorutti,  Xul Xolar, René Favaloro, Cecilia Grierson, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y muchos más…

-¿San Martín tuvo su etiqueta?

-Sí, claro. Belgrano y Sarmiento también han prestado sus nombres a vinos de postre, destilados y licores. Y bueno, en el caso de Hesperidina, homenajeó a su fabricante Melville Sewell Bagley en 1864.

 -¿Te falta alguna para las vitrinas?

-Sí, justamente, todas las hesperidinas que copiaron a Bagley entre 1870 y 1880. Es difícil, por eso tengo en cuenta todas las pistas posibles y los objetos físicos y las antiguas publicidades.

 -Somos un país característico por el buen vino, ¿qué tan importante es el envase?

-Es la piel de producto, como dijo un experto alemán naturalizado argentino, Frank Memelsdorff. Las primeras tipologías de vino registradas en nuestro contexto fueron los vinos introducidos en el siglo XIX procedentes de Porto y Jerez, tenían unas hermosas botellas labradas que se fabricaban en Inglaterra y las etiquetas eran cromolitografías de una excelencia artística sin igual, entonces estos vinos de sobremesa engalanaban y realzaban la mesa y eran parte de cualquier reunión social o celebración que así lo ameritaba.

El coleccionista atesora varias muestras de la bebida típica cordobesa, el fernet.

-Y como buen cordobés, tenés las primeras botellas de fernet, ¿no?

-¡Por supuesto! Había muchas marcas que competían en ese segmento, la mayoría eran italianas. En Argentina se destilaban dos tipos: el lombardo (de Lombardía) y el milano (de Milán). Siempre existieron numerosas firmas porque había competencia a lo grande. Se calcula que para la época del Centenario había cien marcas disponibles para el público.

 

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