Luego de una semana donde los rumores sobre una posible reaparición en público del papa Francisco fueron más fuertes que nunca, este domingo se pudo llevar a cabo un momento más que esperado por los católicos de todo el planeta. El argentino, que sigue recuperándose en la Casa Santa Marta, se acercó a Plaza San Pedro para celebrar el Ángelus.
Despertando alegría y emoción en los fieles, el Sumo Pontifice dijo presente en la misa por el Jubileo de los enfermos y el mundo de la sanidad para brindar unas palabras tras el liderazgo del arzobispo Fisichella: «Feliz domingo a todos. Muchas gracias», fue el saludo que pronunció Jorge Bergoglio previo a que divulguen el mensaje que había preparado.
Si bien el líder de la Iglesia Católica siempre se mostró cercano a los enfermos y los trabajadores de la salud, este año sus pensamientos tuvieron mucho más valor producto de las largas semanas en las que estuvo internado en el Hospital Gemelli: «La experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo no es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir», comenzó en su comunicado.
Demostrando que su estadía en la clínica italiana le sumó nuevas experiencias a su vida, el Cardenal de Roma expresó: «La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor que nos dice también a nosotros: ‘Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?’.Y de esa manera renovar y reforzar la fe”.
Tras explicar que Dios no abandona a los creyentes a pesar de que estén atravesando una enfermedad, cuya complejidad es «una de las pruebas más difíciles y duras de la vida», Francisco se tomó un momento para dirigirse a los médicos y enfermeros: «Permitan que la presencia de los enfermos entre como un don en su existencia, para curar sus corazones, purificándolos de todo lo que no es caridad y calentándolos con el fuego ardiente y dulce de la compasión».
Para concluir, el papa expresó que no hay que relegar ni alejar de nuestra vida a las personas frágiles: «Hagamos más bien de ello una ocasión para crecer juntos, para cultivar la esperanza gracias al amor que Dios ha derramado, Él primero, en nuestros corazones y que, más allá de todo, es lo que permanece para siempre», finalizó.