Aunque ya venía ejerciendo el cargo desde que fue elegido por el voto de los cardenales, el Papa León XIV comenzó oficialmente este domingo su ministerio al frente del Vaticano. En una Plaza de San Pedro colmada de fieles, el estadounidense nacionalizado peruano presidió la misa y asumió el papado dejando algunas frases para la posteridad.
Tras acercarse a las personas presentes mediante el papamóvil, llevar a cabo una ceremonia ante la tumba del Apóstol San Pedro y proclamar el Evangelio, Robert Francis Prevost recibió de la mano de tres cardenales las insignias episcopales «petrinas»: el Palio y el Anillo del Pescador.
Luego de expresar que el fallecimiento del Papa Francisco «llenó de tristeza nuestros corazones y nos dejó como ovejas sin pastor», el nuevo Sumo Pontífice exclamó: «Fui elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que desea hacerse siervo de la fe y de la alegría, recorriendo con ustedes el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una sola familia».
Emulando un mensaje de su predecesor, el líder de la Iglesia Católica también declaró que su primer gran deseo es tener «una Iglesia unida»: «Signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado», añadió.
Si bien no estuvo el presidente argentino Javier Milei, Sudamérica participó con una delegación que contó con distintos mandamases de la región: Dina Boluarte, de Perú, Gustavo Petro, de Colombia, Daniel Noboa, de Ecuador, y Santiago Peña, de Paraguay.
"El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor oblativo, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo". #PapaLeónXIV https://t.co/uarGcb5YAF pic.twitter.com/zHVjNBlQmP
— Vatican News (@vaticannews_es) May 18, 2025
Concluyendo una jornada que quedará eternamente en su memoria, León XIV le pidió a los fieles que miren a Cristo y se acerquen a él: «Acojan su Palabra que ilumina y consuela. Escuchen su propuesta de amor para convertirse en su única familia. En el único Cristo, somos uno».
Y finalizó: «Hermanos, hermanas, esta es la hora del amor. Juntos, como un solo pueblo, todos hermanos, caminemos al encuentro de Dios y amémonos los unos a los otros».