Elisa Insúa nació en 1990 en Buenos Aires. A los 16 años se le despertó una pasión por el arte que desconocía y empezó a hacer collages con objetos que encontraba en su casa, pero sin ninguna intención de dedicarse a la profesión, sino utilizando eso que le pasaba como terapia. Al terminar el secundario decidió estudiar Economía Empresarial, un poco por presión de sus padres y otro porque pensó que la carrera le serviría para emprender en el futuro.
En un viaje por Ámsterdam, Elisa entendió que se tenía que dedicar al arte: “Me conecté con mi «yo» creativo, dije: “cuando vuelva a Buenos Aires tengo que comenzar a exponer”. Y volví y comencé a moverme”, contó en una entrevista con Noticias.
Al volver a Argentina, comenzó a presentar sus trabajos en lugares chicos y más underground. Primero hizo collages con materiales que encontraba en la casa de sus padres, luego con los desechos que le llevaban sus amigos. Cuando se recibió de economista, comenzó a trabajar en Disney y más tarde en un emprendimiento que financiaba a diferentes artistas para que lleven a cabo sus proyectos creativos. Sin embargo, al empezar a profesionalizarse con su arte, decidió seguir su pasión.
Aunque Elisa sentía que no sabía nada de arte y que todo lo que hacía era por intuición, su primera obra la vendió a los 22 años: “Siento que me metí en el mundo del arte por la ventana y eso fue difícil porque imaginaba un mundo totalmente libre en el que cada uno hacía lo que se le cantaba. En cambio me encontré con un universo lleno de reglas sobre lo que se puede hacer y no hacer, lo que está bien y lo que está mal. Reglas que me chocaron un montón y que me ahuyentaron también por un rato. Más que comencé muy chica y cuando exponés estás en un lugar súper vulnerable a que la gente hable de tú trabajo”, manifestó.
Además de Argentina, la artista expuso sus obras en México, España, Japón, Estados Unidos y el Reino Unido. En la actualidad, usa sus redes sociales para recolectar los materiales necesarios para hacer sus trabajos: “La gente se acerca al taller y también pongo puntos de recolección, además de colaborar con algunas cooperativas y empresas que me separan cosas que no se pueden reciclar y que a mí me sirven”, declaró.
Si bien con sus obras baja un mensaje para concientizar a las personas de que la basura se puede reciclar, Elisa Insúa dice que le gustaría creer que dentro de cinco años no va a “poder hacer más arte con materiales de descarte porque estos ya no existan”. Y agregó: “Me gustaría creer que mi obra va a tener que cambiar, porque las cosas ya no vengan envueltas en plásticos ni tengamos la costumbre de acumular y acumular”.