La vida de Carlos era algo monótona como contador en el Instituto Balseiro. A los 29 años, optó por meterse en la industria chocolatera y luego de dar el puntapié con “Mamushka”, se posicionó en el mercado y hoy produce 1500 kilos por día.
Entusiasmado por un local de la calle Mitre, esperó seis años a que se ponga en venta, hipotecó su casa y gracias a un préstamo, la pudo comprar. Patentó el nombre en honor a las muñecas rusas y convocó a los mejores chocolateros. El primer éxito de la marca fue el “timbal de dulce de leche”.
El primer día de venta, en 1989, facturó 40 kilos de chocolate. Y ahí nomás llegó el segundo local, en pleno Cerro Catedral. En un momento, se encargó de todas las tareas: comprar la materia prima, abrir y administrar la fábrica, pagar a los empleados y producir el chocolate.
Los turistas empezaron a llevar las cajas de chocolates, pero Juan Carlos quiso ir por más, entonces inventó las latas Mamuschka, para que también sirvan de adornos: “En el chocolate de Bariloche no estaba todo dicho y yo tenía la imaginación para crear productos nuevos”, dijo alguna vez.
En la actualidad, produce 1.500 kilos de chocolates por día y desde 2023 exporta a Estados Unidos, Canadá, Japón y varios países de Europa. Ya abrió locales en Villa La Angostura, San Martín de Los Andes, El Calafate y Buenos Aires.
Los chocolates son elaborados a través del método “bean to bar”, “del grano a la tableta”. El cacao llega desde Perú, Venezuela o Ecuador, se envían a Chile y llegan en camiones a Bariloche. Una vez ahí, se realiza todo el procedimiento, que es totalmente artesanal. Desde 2017, las creaciones de Carzalo recibieron 26 premios internacionales, entre ellos, el Internacional Chocolate Awards y el Academy Chocolate Award.