“Me dio un fomo terrible!”, dijo con la seguridad de quien está convencida que sus palabras expresan cabalmente su estado de ánimo. Me quedé en pausa. “¿Te dio un qué?”, le pedí que me repita. “Un FOMO, un Fear of missing out”. Y así fue como, en una sesión con una paciente joven migrante, me anoticié por primera vez de este concepto.
El FOMO (por sus siglas en inglés) designa el miedo a estar ausente, el terror que genera perderse eventos, perderse cosas, perder estados o condiciones determinadas. En fin, otro término más para designar a nuestra amiga la ansiedad, pensé.
La ansiedad que está ahí, presente, custodiando nuestros pasos, velando porque la calma no aparezca, la calma de quien se sabe constructor de su propio camino y un ser capaz de elegir a cada momento, ganando y también perdiendo. El FOMO está relacionado con la ansiedad generada por el temor a perderse un evento social o cualquier otra experiencia considerada positiva o que dé felicidad o bienestar, especialmente del tipo de actividades que te enteras vía redes sociales. Puede verse como un tipo de ansiedad social y se caracteriza por un deseo de estar continuamente conectado con lo que otros están haciendo.
Hoy este síndrome forma parte de las nuevas problemáticas de salud de nuestro tiempo, desde que las redes sociales irrumpieron en nuestras vidas. El impacto de éstas sobre la ansiedad y el estado de ánimo es muy fuerte. La presencia del FOMO media sobre la salud mental de la persona. Particularmente en la aparición de sentimientos de soledad, ansiedad, depresión, bienestar emocional, calidad del sueño y consumo de alcohol o sustancias.
Todo no se puede. Tiene que ver con aprender a vivir con la falta, con la ausencia, no todo es posible y considerar esto es muy saludable. Cuando elegimos algo ganamos, pero también algo perdemos. Y en ese acto me asumo como un ser libre y responsable de mi elección.
Se relaciona con la posibilidad de elegir. Si no conecto con mi capacidad de elegir y con la libertad intrínseca que ella conlleva, voy a sentir que estoy perdiendo todo el tiempo. Y es así, pero cuando elegimos estamos aceptando que hay un bien mayor que estoy considerando como más valioso, en relación a mi proyecto o mis prioridades.
Aprender a estar presente, identificar prioridades, limitar el tiempo en redes sociales, ser selectivo con los eventos sociales, practicar la gratitud y aprender a decir no, son algunas de las formas de evitar este síndrome y vivir una vida más presente, plena, y enraizada en el momento presente. No existe una fórmula. Estará en cada uno aprender a reconocer cuándo ganar implica perderse a uno mismo y cuándo perdiendo me gano a mí mismo.
Es que muchas veces, de tanto miedo a estar ausentes nos terminamos ausentando de nuestra propia vida.
De tanto miedo a perder, lo único de lo que nos estamos perdiendo es de vivir.