En medio de una de sus clases, Diana se emociona al recordar su largo camino. No fue fácil, pero con mucho empeño, cumplió su sueño. Separó basura, juntó cartones y realizó diversas actividades en un centro de reciclado en Mendoza. Hoy, recibida de maestra, repasa todas las adversidades a las que se sobrepuso.
“Siempre soñé con ser maestra, pero las cosas no se me daban. Nací y crecí en un jardín maternal público llamado ´Arco Iris’. Allí pasaba todo el día junto a mi hermano porque mi mamá trabajaba. Estábamos seguros, nos alimentaban, aprendíamos y compartíamos la jornada con otros niños. Más tarde mi mamá tuvo la idea de colaborar en la limpieza y la cocina y recuerdo que la forma de pago era una caja de comida”, empezó.
Diana arrancó el secundario con todo en contra (en 2015 falleció su mamá y quedó al cuidado de su hermano menor) y se acercó a una cooperativa dedicada al cuidado del medio ambiente. Ahí recibió un salario mínimo y con los años se convirtió en una de las cabezas del lugar: “Salía a buscar cartones y botellas, vender, separar y cargar camiones”, evocó.
Mientras la cooperativa crecía, realizó dos intentos para estudiar Psicología, pero sus obligaciones la obligaron a abandonar. Lo cierto es que todo dio un giro una mañana cuando le hablaron de un establecimiento terciario donde se cursaba de noche. Se trataba del Instituto Superior de Formación Docente y Tecnicatura N° 9-030 “Del Bicentenario”, en Godoy Cruz.
“Cursaba en la UNCuyo con muchas dificultades y, sobre la marcha, me anoté para no perder el año. Era una carrera de cuatro años y me prometí que no iba a demorar más de cinco. Me presenté en el preuniversitario, rendí, aprobé y obtuve el diploma en el tiempo establecido. Nunca me voy a olvidar la emoción al recibir el título, la satisfacción del deber cumplido y la felicidad de haber llegado a la meta”, expresó.
Luego de postularse como maestra de grado en la Escuela Müller, fue suplente y al año los padres de los chicos elevaron una nota para pedir su permanencia. Durante su docencia, inculcó el cuidado del medio ambiente y transmitió técnicas de reciclado, justamente. En el medio, tuvo dos hijos.
Su caso es un ejemplo de superación. “Me gustaría decirles a los jóvenes que no bajen los brazos, que los sueños están para cumplirse. Que la prioridad, más aún en estos tiempos competitivos, debe ser el estudio, aunque la vida se empeñe en no hacértela fácil”.