El fútbol suele ser un reflejo de la calle. No sólo en el juego. Suele pasar que se admire al que tenga un auto imponente sin importar cómo lo logró. La plata, el poder, los likes, suelen ser excitantes sin revisar los valores que hay detrás de la foto. En la competencia ocurre exactamente igual con el que triunfa. Muchas veces no es relevante el modo, la preparación, qué huella deja a los demás. El que gana siempre tiene razón, o se la quieren dar los que caminan con ese paso resultadista. Pareciera que se puede ser malo si uno es exitoso. Gustavo Costas viene a imponerse en parte como una excepción. Podrá pelear por la estatua al lado de Mostaza Merlo si es campeón, es cierto. Aunque el primer guiño le llegó por su consideración como persona: el mundo del fútbol lo mira con cariño porque es buen tipo.
No todos lo conocen, por supuesto, pero cuando después de tantos años la mayoría va para un lado o para el otro no suele fallar con la etiqueta. Se ve en sus gestos, en su modo de hablar, en su manera de vivir después de tanto tiempo esta nueva oportunidad en Racing. Tal vez no sea el técnico más metódico, con un sistema de juego que se replica desde el ipad, ni tenga una solución para cada problema dentro de la cancha. Igual se ve que sus futbolistas exprimen todo su talento y su oxígeno para devolverle la confianza. Sabella solía decir que el jugador da un plus cuando está comprometido con el líder. Pasa con Costas, al que Maxi Salas llevó en andas después de conseguir la clasificación a la final después de 32 años para Racing. Se ve en su abrazo con Almendra. Ni hablar en el festejo con sus hijos, otros Costas hinchas fanáticos del club y de su papá. Ese es Gustavo: un DT que vive, sufre, grita y festeja como un hincha de Racing. El domingo, mientras la gente cantaba, él también se sumaba a las canciones como cuando era mascota.
Afuera hay un show. Antes de los partidos, como si fuera un video en modo boomerang, los besos repetidos al rosario. Cuando se empieza a jugar, sus corridas a toda velocidad al costado de la línea. Sus indicaciones son permanentes. Y un corazón que se acelera al taco. Puede pasar, como se hizo viral, alguna patinada como en la semifinal de ida en Corinthians, cuando la lluvia lo llevó a pasear hasta que finalmente se puso botines… Adentro, su equipo también lo representa. Con un estilo clásico, tal vez el primer valor sea en la elección de los jugadores para el plantel. A lo Ramón Díaz en sus épocas gloriosas en River.
Salas contó que llegó por Costas: lo llamó para felicitarlo por su vuelta a Racing y sin querer esa charla se transformó en el primer contacto para su transferencia. Santiago Sosa resultó un hallazgo. El defensor-volante surgido en River estaba en el Atlanta United, en la MLS, fuera del radar del fútbol argentino y se apostó por él. En este 2024 es el mejor jugador del equipo… García Basso es otro caso relevante del scouting fuera de los apellidos que todos buscan. Y la capacidad goleadora de Maravilla Martínez, que también lo buscó Independiente pero eligió un Racing más ordenado en todo sentido. Un contexto inédito para Costas, que vivió las épocas más duras del club. Entonces, en el plantel estaba la calidad de Juanfer Quintero, un talento de partido grande. Nardoni, una excelente apuesta de Gago cuando el volante empezó a impresionar en Unión. Almendra, un jugador que podía recuperar su alto nivel después de sus desencuentros en Boca. Más el capitán Arias, un líder relevante para levantar la voz cuando se necesitó y el más preponderante para pasar la serie en la semi. En fin, Racing podrá tener algún desequilibrio porque le cuesta defender. A veces, para bien y para mal, juega a hacer un gol más que su rival. Pero tiene jerarquía para asumir el riesgo. Ya en la instancia decisiva se le apareció Corinthians, con Memphis en la cancha, y le ganó bien con su estilo.
Gustavo Costas: hecho en y para @RacingClub.
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— CONMEBOL Sudamericana (@Sudamericana) November 1, 2024
El festejo fue de vuelta olímpica en el Cilindro, la casa de una hinchada fiel, que sabe de noches tristes pero disfruta apasionadamente de las buenas. Aunque nadie se conforma con haber llegado a la final. Costas y su equipo quieren la foto en el hall del estadio. Allí donde aparece el plantel de la Supercopa 88, ese equipazo de Coco Basile que tenía a Fillol; Chupete Vázquez, el propio Gustavo Costas, Fabbri, Olarán; Camote Acuña, el Negro Ludueña, Colombatti, el crack Ruben Paz; Catalán y Walter Fernández. Esos fueron los 11 titulares en la final también contra Cruzeiro, y después entraron Perico Pérez y el Mencho Medina Bello. Con un valor especial: por la abstinencia, ganar esta Copa Sudamericana tendría valor de Libertadores. Se sabe que la categoría de los torneos es diferente, que los rivales no son iguales, pero tiene que ver con la necesidad.
Mostaza Merlo se transformó en estatua después de ganar un torneo local porque se venía de 35 años sin una vuelta olímpica. Le pasó a Boca en el 89, cuando ganó esa Supercopa con el Cai Aimar entrenador. O a la propia Selección: la Copa América 2021 se festejó inicialmente con valor de Mundial porque la última vez que se había levantado el trofeo había sido en el 93. Después, por supuesto, se entendió cómo es ganar una Copa del Mundo en Qatar… Ese logro, ser campeón otra vez, es el que busca Costas. Hasta hay quienes dicen en el mundo Racing que está tan obsesionado que hasta podría irse al otro día si corona, y así quedar al margen de la disputa política de Blanco y Diego Milito. Puede ser porque sabe que cuando volvió al club no era la primera opción, porque no es el elegido por el modelo del ídolo o porque no le importe nada más después de la gloria con Racing. A un hincha como él siempre lo moviliza la pasión. Y como dice la bandera, Racing es un sentimiento inexplicable.