River había traído a una estrella internacional. Pero pasaban los partidos y el zurdo, uruguayo, no jugaba. Cuentan que más allá de gustos, el entrenador no lo ponía porque había llegado por idea de los dirigentes y no por pedido de él. Entonces el delantero, en la pretemporada, lo encaró. “Yo siento que tenés un problema conmigo”, le dijo, directo. “No. Está todo bien. Me encanta que estés con nosotros”, le devolvió el DT. Ahí Daniel Fonseca lo miró fijo a Ramón Díaz y cerró la charla: “Si es así, avisale a tu cara”. Los gestos suelen decir mucho más que las palabras… Por eso no hace falta escuchar a Gustavo Costas diciendo que está feliz porque volvió a Racing. Se le nota en su andar. Como si fuera un emoji viviente: siempre con la sonrisa detrás de cada movimiento con la ropa con el escudo de su club, su equipo, su casa. Ya le quedó lejos la foto emblemática como mascota del Equipo de José. Quería volver como entrenador y los hechos -más que las declaraciones públicas- daban a pensar que le habían cerrado las puertas. Costas parecía proscripto pese a la declamación de cariño de los dirigentes ocasionales y los hinchas de siempre.
“Mi deseo y mi sueño”. #BienvenidoGustavo pic.twitter.com/XUN8ez9VtY
— Racing Club (@RacingClub) December 19, 2023
Esa desaparición en las ternas de candidatos cada vez que el banco estaba libre, ser valorado más afuera que en el fútbol argentino, y cierta sensación de que su momento había pasado, transformaron a Costas en el Rubén Darío Insua de San Lorenzo. Ahora todos se cobijan en el paraguas del Gallego, la gente delira con su remera negra cábala, pero estuvo unos 20 años proscripto. A Costas le pasó algo similar. Esta vez no fue la primera opción. Mientras que hubo manager en Racing, los dirigentes y el Mago Capria debatieron sobre Zubeldía, Anselmi, Crespo, Coudet, Alfaro, Quinteros… Hasta que después de reuniones especiadas, Gustavo llegó con su sentimiento hecho tatuaje. El había tenido dos pasos por el club, pero en la mala. Cuando la racinguización era un karma puertas adentro: un club desvanecido económicamente, negativo en su andar y hasta en su suerte. En 2024, después de ser campeón en Alianza Lima de Perú, en Cerro Porteño de Paraguay, en Barcelona de Ecuador, e Independiente de Santa Fe, Costas con su estilo será el reemplazante de Fernando Gago. Tan distinto, que llegó y habló de ganar más que de competir. Aunque en el fondo del enunciado público tal vez haya un guiño a la gente, a un hincha que conoce bien, porque todos quieren ganar. Competir en realidad refiere a estar a la altura. Gago en un tramo de su ciclo logró que Racing tuviera mejor funcionamiento que el resto.
Después de 17 años afuera del club, entonces, Costas quiere volver a dar una vuelta olímpica como cuando en su época de marcador central fue campeón de la Supercopa 88, con el emblemático Coco Basile como entrenador. En ese equipo jugaban el Pato Fillol, Fabbri, Perico Pérez, Ruben Paz, Colombatti, el Mencho Medina Bello, Walter Fernández. La Copa del gol de Catalán. Ahora, ya como DT, Gustavo busca mantener la vara alta que dejaron Cocca, Coudet y Gago en el fútbol local. Y de máxima, también hacerse fuerte en la Sudamericana. Su sueño, ahora que cumplió el de volver, es ser campeón internacional. En esa búsqueda apuesta a la gestión del grupo: sin rebusques tácticos, con equipos que intentan estar bien parados, equilibrados, Costas ve primordial el plus que da un grupo comprometido entre los jugadores y con el entrenador. “Pensé que no iba a tener la oportunidad en este momento de mi carrera y Dios me regaló este desafío. El que me conoce sabe lo feliz que estoy”, blanqueó a casi dos meses de cumplir 61 años. En realidad, se ve de lejos que Costas está feliz. El le avisó a su cara que escapó del olvido.