En el mundo se sabe que la camiseta 10 la luce un talentoso. En el fútbol profesional, en un club de barrio y hasta en un potrero. Es el número emblemático, el más exigente de todos, el que está siempre en foco. Pero son pocos los que saben que esa historia fue hija de la casualidad. En el Mundial 58, la Confederación Brasileña envió la lista de jugadores sin asignar los números. Entonces la FIFA, unilateralmente, los identificó con el orden que les apareció. Y el 10 cayó en la espalda de Pelé. Su esplendor fue tal que se transformó en un símbolo inspirador. Ya nada fue igual: pasó a ser para el mejor. La llevaron a lo más alto Maradona, Messi, Kempes, los tres campeones del mundo argentinos. Zico, Zidane, Ronaldinho, Platini, Valderrama, entre tantos monstruos del fútbol mundial. Alonso, Bochini, Ruben Paz, Gorosito, Riquelme, cronológicamente en los grandes del fútbol argentinos de los últimos tiempos. Se convirtió en un sello de talento y una especie de cinta de capitán para el conductor, la señal del líder futbolístico. En tiempos del marketing, del jugador con su propio número, se puede gambetear la foto, pero Juanfer es un 10 que juega con la 8. El cerebro del Racing que acaba de ganar el clásico de Avellaneda en la cancha de Independiente. El que destrabó la jugada del gol, antes de la asistencia de Zuculini a Maravilla Martínez. Podrá no correr a la velocidad de otros, pero su cabeza tiene más imaginación que el resto en el fútbol argentino.
“El 10 nunca ha cambiado. Creo que sus cualidades son las mismas: el pase gol y la inteligencia. Uno tiene que prepararse bien físicamente porque la actualidad lo pide. La responsabilidad es siempre la misma, la gente espera algo diferente del conductor. El 10 nunca debería dejar de existir porque es el que marca la diferencia”, dice Juanfer de sí mismo, aunque con la coartada de que habla de la posición en general. En un fútbol tan físico, últimamente vaciado de talento porque rápidamente se van a las grandes ligas de Europa, Juanfer volvió a brillar en la Argentina. Podrá también arrancar por la derecha, no ser un volante que se para de espaldas, de izquierda al centro, pero el colombiano juega, piensa y actúa como 10. De los últimos -o de los pocos- en tiempos que al conductor se le ha dado más responsabilidad. O en realidad, otras responsabilidades, que a veces lo hacen mejor y en otras recortan su calidad. El mismo sabe y cuenta que la inspiración no es contínua. «Hoy el jugador puede tener la pelota 4 minutos por partido. Ahí debe encontrar la jugada distinta», le puso datos a sus palabras en una charla con F90, por ESPN. En fin, el zurdo que en River parecía el suplente más desequilibrante de todos, en este Racing es siempre titular y hoy es el jugador que levanta al hincha de su asiento.
La pelota siempre al 10 parece ser más que un slogan tuitero. Aunque son pocos en nuestra liga. Uno que en la última Copa de la Liga se destacó y llamó la atención del propio Juanfer en rol de catador de enganches fue Hernán López Muñoz. Así presentado quizá sólo es el chico zurdo que surgió en River y ahora es la figura del Godoy Cruz revelación del fútbol argentino. Pero además de caminar parecido a él, tirar lujos y entrar con los cordones de los botines desatados, es el sobrino nieto de Diego. El Diez. Esa clase de jugadores que Quintero no quiere que se extingan, que no se transformen en un 5 que juega de frente a la cancha, como ocurrió con el italiano Pirlo o el propio Leandro Paredes, que nació enganche y Román lo llegó a señalar como un posible sucesor. Por ahí se puede filtrar Pablito Aimar, aunque él era un organizador más directo, un segundo punta con buen pase; o D’Alessandro, otro de la cantera de River; o el Pipi Romagnoli, ídolo de San Lorenzo. Hoy, entonces, el presidente del club de fans en Quintero, el que se bancó ser más tiempo suplente que titular con Gallardo porque no le daba la intensidad que quería. Juanfer no necesita jugar todo el tiempo para mostrar su clase. Un partido eterno lo deja en claro. Los hinchas de River replican el gol del 3-1, hicieron remera el relato, se patentó «y va el tercero», todos cantaron «el Pity Martínez que loco que está». Tan real como que el gol más importante de la histórica final, el que rompió el clásico en Madrid, fue el zurdazo descomunal de Juanfer. El que había empezado de suplente. El 8 que siempre es 10.