La historia de Pablo Lavezzari es una de esas que reúnen todos los méritos para ser destacadas. Es que cuenta con prácticamente todos los condimentos necesarios para llegar al corazón de propios y extraños.
Lavezzari, un cordobés que tiene su taller en la capital de dicha provincia, se dedica a crear máquinas con alma y movimiento. De esta manera, no hace más que dejar al mundo entero con la boca abierta con sus creaciones.
Este cordobés, que dio sus primeros pasos como titiritero, se destaca como artista, artesano e inventor. Construye piezas únicas que fusionan poleas, engranajes, tensores y demás mecanismos para crear obras impresionantes.
Las mismas cobran vida como consecuencia del giro de una manivela o de la presión de un interruptor, contando con el objetivo de hallar la belleza en los mecanismos y también en los movimientos de las obras.
«Tuve distintas aficiones, siempre tratando de estar cerca del arte. Tenía la necesidad de hacer cosas con las manos, aprendí a dibujar a tocar la guitarra. Sin embargo, todo lo que agarraba, lo hacía títere», comenzó señalando en diálogo con TN Tecno.
«A los 16, 17 años, me fui a vivir solo y tuve que empezar a remar. Hice de todo: vendí planes de salud, trabajé para una compañía de electrodomésticos y hasta en un cementerio», profundizó el protagonista de esta historia.
Y, posteriormente, continuó: «Luego encontré un lugar en el mundo de la televisión, a través de una empresa productora. Tenía la idea de que ese mundo me iba a dar la posibilidad de hacer escenografías, por ejemplo».
«Empecé, casi sin pensarlo, a crear piezas con movimiento, usando mecanismos bastante básicos. La verdad es que no conocía nada de ese mundo, simplemente me largué a hacerlo de forma intuitiva», exclamó Pablo.
«Tenía de todo: movimientos, teclas, perillas, poleas. Era una especie de maquinaria escénica artesanal. Fue ahí donde me encontré con este universo, y desde entonces me dedico básicamente a hacer autómatas», añadió.
Y, finalmente, deslizó: «Ahí me di cuenta del impacto que generaban. Era el stand con más gente, y eso me entusiasmó muchísimo. Sentí que estaba haciendo algo nuevo, y eso me motivó a seguir. Empecé a investigar, a descubrir que en el mundo había otros que se dedicaban a esto, los llamados Automat Makers. Me conecté con algunos de ellos, y poco a poco me fui metiendo más en ese universo».