La vida de James Harrison es digna de resaltar una y otra vez. Es que, pese a iniciar su camino con una clara fobia a las jeringas, terminó acostumbrándose a donar sangre y así pudo salvar la vida de millones de bebés.
Luego de recibir una transfusión de 13 litros de sangre durante una compleja operación de tórax cuando todavía era un adolescente, descubrió que su propia sangre tenía altas cantidades de antígeno con el que se podía tratar a los hijos de padres que tenían incompatibilidad sanguínea.
Sí, «el hombre del brazo de oro» llevó a cabo nada más ni nada menos que 1.172 donaciones de sangre a lo largo de su vida hasta los 81 años de edad, cuando los médicos le prohibieron que siguiera por temor a que esto afectara su salud.
El plasma de Harrison contenía un potente anticuerpo utilizado para crear un tratamiento extraordinario conocido como Anti-D, el cual protege a los bebés no nacidos de la enfermedad hemolítica Rhesus D (HDN) potencialmente mortal.
«Seguiría adelante si me dejaran. Es un día triste para mí, el final de una larga carrera», exteriorizó Harrison mientras donaba sangre por última vez. Lo hizo durante 63 años, una vez por semana o, a lo sumo, cada 15 días.
«Australia fue uno de los primeros países del mundo en descubrir a un donante de sangre con este anticuerpo, así que fue bastante revolucionario en ese tiempo. Cada bolsa de sangre es valiosa, pero la sangre de James es particularmente extraordinaria», señaló al respecto Jemma Falkenmire, jefa del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana.