Manteca Martínez era un delantero con mucha intuición. El parecía saber dónde iba a caer la pelota ese día. Fue el domingo 11 de octubre del 92, un año inolvidable para Boca. La Bombonera ardía como en las mejores tardes de superclásicos con las dos hinchadas. El uruguayo la agarró en tres cuartos, de espaldas al arco rival, y Ricardo Altamirano, aquel lateral que llegó a jugar en la Selección, le dio un topetazo. Foul. El punta, muy flaquito, se levantó rengueando y de a poco se fue a posicionar en el área. Para ejecutar el tiro libre se pararon un derecho, José Luis Villarreal, y un zurdo, el enorme Chino Tapia. Cerca anduvieron Giunta y Márcico. Pero finalmente le pegó Villita, de varios goles en ese torneo. El tiro dio se desvió en la barrera, en el Polillita Da Silva. La pelota, con cierto efecto raro, salió para el área. Y Manteca, un especialista en robarte la billetera en ese rectángulo, picó antes que todos. Se la cruzó a Comizzo con la misma velocidad que se sacó la camiseta, saltó el cartel de publicidad y se colgó del mítico alambrado que da a la hinchada de Boca. El Colo Mac Allister y Villarreal también subieron, pero nadie fue tan alto como el 7. El Manteca parecía poseído. Tal vez lo estaba… No era un 1-0 cualquiera el que un rato después aguantó el Mono Navarro Montoya al atajarle un penal a Hernán Díaz, el lateral del equipo de Passarella que irritaba a los hinchas locales. Era ratificar la paternidad de esos tiempos. Ese festejo, al fin de cuentas, fue el que un tiempo después -porque recién tenía 5 años y medio- motivó, enamoró e inspiró a Edison Cavani. Hace mucho que el Matador quiere ser Manteca, el delantero al que le regaló su primera camiseta número 10 en la misma cancha.
Cavani blanqueó su deseo en mayo del 2019. Fue entrevistado por Sebastián Domínguez, el ex defensor de Newell’s y Vélez que trabajaba en ESPN. Allí surgió la frase que inicia la historia del pase más espectacular de Boca en los últimos años. «Me tira Boca. Ir y colgarme del tejido como el Manteca», declaró el delantero uruguayo. Ya iba para su cuarto Mundial, pero le quedaba un sueño por cumplir. Por su generación, porque Cavani tiene 36 años, él sabe bien la historia de cómo Sergio Daniel Martínez llegó a escalar en La Boca. Manteca era un 7 con gol, de los que sabían tirar las famosas diagonales. Se formó en Defensor de Uruguay, donde aprendió los secretos del área. «Yo siempre fui de ir a los rebotes. Así forzás los errores de los defensas. Ahí empezás a presentir el gol», se definió alguna vez, como si fuera el guión de ese famoso gol a River. En el 91 se fue a Peñarol, uno de los equipos con más historia de Sudamérica. Era una de las debilidades del Maestro Tabárez, que lo llevó a Boca a mediados del 92. Fue en su nuevo club, cuando el Profe Herrera le dijo «dale, Manteca, andá a pesarte» y lo escucharon los pícaros Giunta y Márcico. Ahí el apodo se hizo una marca registrada. Dejó de ser Pasula, como le decían en Defensor, «porque era un pajarito», y quedó para siempre el Manteca. El manejaba los dos perfiles, con talento para la gambeta pie a pie. «Era un jugador que se movía por todo el frente de ataque, libre, sin una posición específica. Con una desarrollada intuición. Esa es una cualidad genética del jugador, genética», describió Diego Latorre, el excepcional comentarista de TV que compartió cancha en Boca.
Hoy Manteca tiene la cabellera más corta pero los rasgos de siempre. Ese señor que recibió a Cavani en el aeropuerto jugó cinco temporadas y medias en Boca. Metió 87 goles y compartió cancha con Maradona. Hoy googlean a los pibes de estos tiempos. Si van más atrás, descubrirán que el hit de Manteca fue en ese campeón del 92. Se festejó con rabia porque Boca no daba una vuelta olímpica en el torneo local desde el 81, el equipazo que compartieron Maradona, Brindisi, Perotti, Ruggeri y Gatti. En el medio, el único festejo, con valor de Libertadores por la abstinencia, había sido la Supercopa del 89. Ese Boca del Cai Aimar le ganó la final por penales a Independiente. Para completar el combo de ansiedad, Boca no había podido coronar un año antes de la llegada del Manteca. Perdió la final contra el Newell’s de Bielsa y hace 32 años que está maldiciéndose por no haber podido contar con Batistuta y Latorre. Las dos figuras viajaron a la Copa América de Chile 91 y los reemplazaron con la Vieja Reinoso y el brasileño Gaúcho… Por eso se hicieron póster esos jugadores del Maestro Tabárez que son las caras de la paternidad a River en los 90. Eran otros tiempos en Boca, tal vez más exigentes en cuanto al talento, porque no había aplauso fácil. Pero no había que ser campeón de América para ser un jugador bandera. Le pasó a Márcico, el jugador hincha que presionó al Toulouse de Francia para cumplir el sueño de jugar en la cancha que siempre amó. Le ocurrió a Roberto Cabañas, el 9 guerrero que compartió ataque con el uruguayo y provocó como pocos a River. Y lo vivió para siempre Manteca. Los hinchas de Boca, al igual que Cavani, jamás lo bajarán del alambrado.