Mascherano ganó más que una clasificación a los Juegos Olímpicos. El entrenador de la Selección Sub 23 se le puso cara a cara a su karma. Enfrentó al mote injusto de perdedor. Esa manía horrible de dividir a los protagonistas entre ganadores y perdedores lo arrastró dejando de lado al futbolista que debutó con la camiseta argentina antes que la de River, que jugó en el Liverpool, que durante años fue capitán de Argentina y parte del mejor Barcelona de la historia con Messi, Xavi e Iniesta. Lo respeta Guardiola por su capacidad para leer los partidos pero lo denosta el mundo tuitero ante cada caída. Un banquinazo que tiene una explicación que el propio Javier sabe y dice en voz alta: como jugador no pudo levantar ninguna Copa. Le perdonaron una, porque en Brasil 2014 era el eje del bien, a quien le ponían la cara en el cuerpo del Che Guevara, con quien se podía hasta recuperar las Malvinas.
Después le cobraron todas juntas. La final perdida con Chile en la Copa América 2015, cuando entre lágrimas estuvo a punto de renunciar porque «tal vez el problema sea yo»; la que se cayó también por penales al año siguiente en Estados Unidos… Masche no pudo despegarse de la etiqueta como hicieron Messi, Di María, Otamendi y hasta Agüero. La conquista en el Maracaná pagó la supuesta deuda anterior. Leo logró por fin unanimidad en la Argentina, porque hasta 2021 había cuestionamientos que ahora se callaron. Fideo rompió la pared y nadie le facturó las lesiones que lo empujaron al psicólogo. El General pareció el sucesor de Passarella y Ruggeri con la 19 en la espalda. Y el Kun se convirtió en el talento que te podía divertir en la cancha o por stream… Mascherano, como Higuaín, quedó con los bigotes en el póster. Ya nadie lo llevó de fondo de pantalla como después del cierre histórico con Robben en las semis de San Pablo.
Cuando aún era un volante central valorado, Masche ya generaba impacto con su discurso futbolístico. Era un entrenador que aún andaba en pantalones cortos. Cuando aterrizó en la Selección Juvenil, entonces, se miró con buen ojo. Pero con el tiempo aparecieron situaciones que atentaron contra el aplauso. Sus primeras presentaciones en el Sub 20 fueron flojas de resultados, con un equipo con más talento que puntos. Quedó eliminado en el Sudamericano, no consiguió la plaza para el Mundial y él solo renunció. La AFA, en los nombres de Chiqui Tapia, Messi y Scaloni lo respaldaron fuerte. Fue ahí cuando un guiño del destino, más los intereses de ser el país de Messi campeón del mundo, hicieron que el Mundial se jugara en la Argentina una vez que se bajó a Indonesia por cuestiones políticas. Masche en ese momento tuvo su nueva oportunidad. Quedó eliminado con Nigeria muy temprano, en octavos de final, y otra vez se convirtió en meme burlón. Aunque hubo algo más profundo que el chiste que no es chiste y la crítica agazapada.
El propio Mascherano dejó ver, por lo menos para el mundo exterior, que el karma le hacía daño. Un rostro apagado en la cancha, palabras con poca ilusión en la televisión. Como si no pudiera movilizar a sus jugadores porque él mismo estaba atado a su dolor. «Llegué a pensar que yo era una carga para los chicos», blanqueó hace unos meses en una entrevista con F90. Y antes del último partido, en la previa de un clásico con Brasil en los que se jugaba los pasajes a París y tal vez el futuro inmediato de su carrera, se resignó ante los periodistas. «Tal vez tengan suerte y me quede sólo un partido», declaró sin pelear, y sin contemplar la percepción de los jugadores, antes de una final. Por suerte para todos, su mensaje táctico puertas adentro resultó más valioso que el título previo para el afuera.
La situación límite esta vez lo dejó festejando a Mascherano. Los jugadores, que siempre rescataron sus herramientas tácticas, lo respaldaron adentro de la cancha. El talento con personalidad del capitán Almada, el ex 10 de Vélez; las atajadas de Brey, el chico de Boca señalado como el arquero del futuro; más el optimismo de Gondou, que hizo goles importantes más allá de que le faltaron minutos como titular. El grito para el 1-0 a Brasil fue justamente del 9 de Argentinos Juniors después de un gran centro del Colo Barco. Llegó entonces el desahogo de un equipo que no podía quedarse afuera con tantos nombres importantes, porque también hay que sumar a Equi Fernández, Medina, Federico Redondo, Santi Castro, Valentini, el Diablito Echeverri… Iban a ser, lamentablemente, la remake de un equipazo que en el 2000 se quedó afuera de los Juegos con Pekerman de entrenador y jugadores como Riquelme, Aimar, Saviola, Cambiasso, Gaby Milito, Biagini, Placente, Scaloni.
Ellos, los pibes de ahora, salvando las distancias, le ganaron y dejaron afuera al Brasil de Endrick, el talento que ya es del Real Madrid. Y por fin festejó Mascherano, en una final clave y contra el rival más clásico de todos. Estará en él que esta conquista pueda destrabar el bloqueo, ese nivel de frustración que lo acompañó hasta acá. Que el efecto sea el mismo que en Messi y Di María, sus ex compañeros de tantas batallas. Que ahora pueda estar liberado, que sus equipos jueguen mejor y que camine con una sonrisa de satisfacción. Sin darle explicaciones a nadie, sin angustia y con el karma archivado en el pasado. «Mi relación con la Selección siempre fue controvertida y seguirá siendo así. Pero lo importante es aceptar las críticas para crecer», dijo Mascherano después del triunfo. Ojalá que algo cambié. Se llevó más que los pasajes a París…
Ahora vamos por más, che!!!
Siempre @Argentina, siempre pic.twitter.com/bVnCqHCJMT
— Selección Argentina ⭐⭐⭐ (@Argentina) February 12, 2024