En la vida de toda persona, hay momentos fundacionales de ciertas etapas, esas puertas que nos llevan a un mundo nuevo y que anhelamos alcanzar, que resultan inolvidables. Uno de ellas, sin dudas, es cuando alguien puede tener su primer auto. Y acá hay un punto en común en casi todas las historias: ya sea por esfuerzo propio (claramente tiene un condimento indudablemente especial) o gracias a los padres o lo que fuera, nadie puede olvidar ese instante en el que se sube por primera vez a su auto, a tu auto, y nace ese vínculo que aunque pasen los años no podemos dejar de recordar. Detrás de este hito aparentemente mundano, o material, se esconde una carga emocional profunda, un sentimiento de logro y de libertad que puede transformar la vida o al menos, ese espacio de tiempo. Hoy será Julio Lamas, exitoso entrenador de básquet con varios títulos a nivel selección nacional y clubes de Argentina y España, quien comparta para ADN+ y Car One su inolvidable experiencia con su Primer Auto.
“Es imposible de olvidar, fue una cosa espectacular, una genialidad. Tenía 18 años cuando tuve mi primer auto, un Fiat 600 Blanco modelo 1972, usado pero muy lindo, que me regaló mi mamá con sus ahorros y esfuerzos. Si bien eran épocas en las que no sobraba el dinero, fue un cambio de vida rotunda poder alcanzar cierta libertad, cierta independencia, moverme como quería. En esa época hacía el curso de entrenador de básquet tres veces por semana y otras dos, estudiaba teatro en plena Capital. Siendo de San Martín, ese Fitito hermoso me cambió la vida, realmente”.
“Ponerle nafta o comprarle una rueda nueva era una inversión casi descabellada, era complicado, pero así y todo me llevaba y me traía en un momento que recuerdo con mucha felicidad. Porque mantenerlo fue mi primera responsabilidad real, fue dar un paso hacia el mundo adulto, y en cuanto a lo más cotidiano, insisto que siendo de San Martín el último colectivo pasaba a cierta hora y poder superar ese límite, poder quedarme con una chica hasta la hora que quisiera, visitar amigos o lo que fuera, me permitió crecer en varios sentidos”.
“Lo que más recuerdo es que me quedaba sin nafta a menudo, porque hacía el cálculo de cuanto cargarle y a veces acertaba, pero muchas veces no, y lo dejaba donde se quedaba y luego tenía que volver a buscarlo. Hasta una vez, me quedé sin nafta en General Paz y lo dejé debajo de un puente, y al otro día cuando volví con el dinero para cargarle, el querido Fiat 600 blanco no estaba más, se lo habían robado, quién sabe cómo”.
La vida siguió, Julio se transformó en un gran técnico, ganó cinco títulos de Liga Nacional con cuatro equipos diferentes, dirigió a la Selección Argentina donde hizo debutar a Manu Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni, Pepe Sánchez y Walter Herrmann, entre otros, comandó al Real Madrid de España, a la selección japonesa, disputó torneos, dejó la actuación que quizá en algún momento de su vida regrese, tuvo muchos otros autos pero nunca, nunca, pudo olvidarse el momento, los olores y la alegría con la que aquellas vez abrió la puerta y se sentó en su Fitito Blanco, en su primer auto.