Avanzar es una palabra cargada de significados, a menudo asociada con progreso, éxito y movimiento hacia adelante. En la sociedad contemporánea, avanzar suele interpretarse como alcanzar metas materiales, lograr reconocimiento social o ascender en la jerarquía profesional. Mi invitación de hoy tiene que ver con que podamos cuestionarnos y resignificar qué es lo que significa esta palabra en tu vida. Y es que este concepto es tan diverso como las experiencias humanas.
Desde mi mirada, la importancia de avanzar tiene más que ver con el “desde” dónde parto que con el “hacia”. Estamos acostumbrados a relacionar el progreso con los logros o metas alcanzadas. Sin embargo es fundamental considerar el lugar desde donde partí. Para poder considerar mi avance es fundamental escucharme, mirarme con compasión y “verme” desde dónde y cómo estaba, cómo era cuando comencé. ¿Qué miedos tenía? ¿Con qué recursos contaba? ¿Qué ideas o pensamientos limitantes empapaban mis decisiones? Respondiendo algunas de estas preguntas voy a ser capaz de considerar mi propio concepto de avance, y sobre todo de “crecimiento”.
Para algunas personas, avanzar puede significar alcanzar logros profesionales y económicos. Para ellas, el éxito se mide en términos de promociones o ascensos, aumento de ingresos o la adquisición de bienes materiales. El avance es visible, cuantificable y a menudo está enmarcado dentro de expectativas sociales que dictan lo que significa «tener éxito». Esta perspectiva no es errónea, pero es solo una de muchas maneras de entender el avance.
Para otros, avanzar puede no tener nada que ver con lo material. Puede significar crecimiento personal, encontrar paz interior o alcanzar un estado de bienestar emocional. Para estas personas, avanzar puede relacionarse con superar traumas, mejorar su salud mental o simplemente aprender a disfrutar el presente, conectar con el aquí y ahora. Es un avance que no se ve a simple vista, pero que puede ser profundamente transformador en la vivencia subjetiva de la persona.
Además, para algunas personas, puede estar relacionado con la conexión con los demás y con el entorno. Puede significar construir relaciones significativas, contribuir a la comunidad, o vivir de manera más sostenible y en armonía con la naturaleza. En este sentido, avanzar no es un acto solitario, sino un esfuerzo colectivo por crear un mundo mejor para todos.
En ciertos contextos, avanzar podría también significar retroceder o detenerse. Para quienes han estado atrapados en el ciclo del «siempre más», de que nada es suficiente, ni las horas de trabajo, ni los éxitos obtenidos o los logros alcanzados, puede ser un acto de valentía reconocer que a veces avanzar implica parar, pausar el ritmo desenfrenado, reflexionar o cambiar de dirección. Puede ser un proceso de desaprender viejos hábitos, liberarse de expectativas impuestas o mandatos sociales o familiares y redefinir lo que realmente importa, lo que verdaderamente tiene un sentido profundo para esa persona. Salir del automático y escuchar una vocecita interna que diga “ya es suficiente por ahora”.
En un mundo que a menudo glorifica la velocidad y la productividad, resignificar el concepto de avance puede ser un acto de resistencia. Es una invitación a cada persona a definir qué significa avanzar en sus propios términos, a valorar su propio proceso y a encontrar satisfacción en su propio camino. Al resignificar el concepto de avance, nos liberamos de la necesidad de seguir una única narrativa de éxito y abrimos la puerta a una vida más plena, auténtica y en sintonía con nuestras verdaderas prioridades.
Avanzar es entonces un concepto que puede y debe ser reinterpretado de acuerdo con los valores y aspiraciones de cada persona. Y también volver a considerarlo según las circunstancias de cada momento de la vida. Quizá lo que para mí hace unos años era avanzar, hoy lo considero de otra manera. O lo que creí un error, algo inútil o innecesario en el pasado, quizá hoy pueda verlo como un gran paso de crecimiento en mi vida sin el cual mi situación actual sería diferente.
Para algunos, avanzar puede ser un logro tangible; para otros, un estado de bienestar emocional o una contribución al bien común. En cualquier caso, el verdadero avance es el que resuena con lo que cada persona considera valioso y significativo en su vida.
Y a veces, sostener los procesos, es mucho más importante que avanzar. Y otras veces avanzar no significa ir hacia adelante sino más profundo. Hacia adentro. Y otras, quizá, tendrá que ver con ir hacia afuera, trascendiendo mis miedos para aportar al mundo y así, trascenderme.
Resignificar el avance es, en última instancia, un acto de autoconocimiento y autenticidad. Es entender que cada individuo tiene su propio ritmo, sus propias metas y su propia definición de éxito. Es aceptar que avanzar no siempre tiene que ver con moverse rápido o hacia arriba; sino con propósito y con conciencia, y esto a veces implique incluso quedarse quieto, pausar y escuchar.