En un momento de su vida, Ingenieri se encontró en pampa y la vía, lisa y llanamente. Con su sueldo embargado y con varios problemas personales, echó mano para cambiarle a la cara a una vieja construcción que estaba deteriorada. ¿El resultado? Su nuevo hogar, construido a base de envases.
Al no llegar a un acuerdo por la mantención de sus cuatro hijos adoptivos, Tito sufrió el embargo de su sueldo: “Cobraba un peso por mes”, recordó.
Como no podía comprar ladrillos, optó por un método bastante particular, que vio en una revista, donde se llevaban a cabo construcciones de casas con botellas.
El obrero del arte tardó 28 años en construir lo que ahora es su hogar. Arrancó solo pero a medida que fue avanzando fue recibiendo la colaboración de distintas personas como amigos, autoridades municipales de ese momento y de su compañera de vida, Irma.
En total, dedicaba entre 4 y 12 horas de trabajo, los sábados y domingos también se entregaba a su gran obra. Las paredes están hechas con cemento, arena y más de 2.700.000 de botellas.
La primera edificación comenzó a construirla para tener un lugar donde descansar, ese que actualmente utiliza como taller y guarda cientos de cuadros, reconocimientos y otras esculturas creadas por él mismo. Después, continuó con su hogar actual, al que llama “El Faro”.
Este último cuenta con tres pisos, y para llevarlo adelante, se asesoró con un cabañista, quien además lo ayudó a redecorar el interior con pisos y escaleras de madera. La magia de las botellas de distintos colores irradian por dentro la luz del sol y el espacio se vuelve un maravilloso paisaje multicolor.
El Ciudadano Ilustre de Quilmes, como fue nombrado hace más de 20 años, tiene un mensaje claro para transmitir: “Estaría bueno que la gente tome una pequeña conciencia y se dedique a reciclar cosas pero con calidad. Hay que cuidar lo que queda para que no se desintegre del todo”.