Hidrocefalia congénita, espina bífida, cistosis cerebral destructiva y anomalías cromosómicas múltiples. Los diagnósticos que recibieron los padres de Noah Wall en Inglaterra fueron devastadores. De hecho, les ofrecieron abortar en reiteradas ocasiones, pero la vida les tenía guardado la mejor recompensa.
Y como si faltara algo más, los especialistas afirmaron que el pequeño, en caso de sobrevivir, no comería y quedaría en estado vegetativo. Lo que siguió, fue un verdadero milagro que hasta el día de hoy no tiene explicación.

La familia de Noah apostó por la vida y la historia tuvo un final feliz.
“Somos positivos, queríamos darle una oportunidad”, declaró la pareja en los distintos medios del país europeo. Y cuando todos esperaban lo peor, Noah abrió los ojos contra todo pronóstico un 6 de marzo de 2012.
De todas maneras, el pronóstico seguía en reserva, Pasó por 11 operaciones y creció en medio de cuidados extremos. El resultado de la resonancia de los tres años mostró que su cerebro había crecido un 80%. Su evolución sigue siendo estudiada por especialistas en reurología hasta el día de hoy. Todavía no comprenden como se regeneró el órgano, desafiando los límites conocidos de la neuroplasticidad infantil.

Prácticamente, el bebé nació sin cerebro. Su caso es estudiado hasta el día de hoy: un verdadero milagro.
Los avances se dieron de manera sistemática. Con sus primeros pasos, comenzó a jugar sin restricciones y ya de adolescente, se inclinó por el surf.
Su caso sorprendió a toda la comunidad. En redes sociales, miles de personas siguen de cerca la historia del “ángel”, como lo llaman.
Con el correr de los años, Wall se impuso con sus opiniones y terminó siendo una voz calificada en asuntos de discapacidad, inclusión y seguridad en sillas de ruedas. Con 13 años, participa de varios proyectos como activista y mantiene sueños latentes: jugar en el Newcastle, el club de sus amores, y convertirse en astronauta.

En la actualidad, el chico realiza diversas actividades y cruzadas solidarias.