Este domingo 24 de marzo se están cumpliendo ya 48 años del último golpe militar en la República Argentina. En ese contexto, el pedido de memoria y justicia sigue más latente que nunca por aquellos detenidos desaparecidos y también por esas criaturas que fueron apartadas de sus respectivas familias, entre otras cosas.
Sin embargo, en medio de tanto dolor, supo surgir una historia de amor única: la de Rosita y Coquet. Ellos fueron secuestrados por grupos de tareas en 1977 y se conocieron en el centro clandestino de detención que funcionaba bajo la órbita de la Marina en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Son Ana María Sofrianniti y Ricardo Coquet, aunque nadie los conoce por separado y todos los denominan «Rosita y Coquet». La historia de amor que los tiene como protagonistas bien podría ser el título de una película o de una serie, pero lo cierto es que se trató de la cruda realidad que se vivía por aquellos tiempos.
El 10 de marzo de 1977, en la esquina de Medrano y Lezica, en el barrio porteño de Almagro, Ricardo fue secuestrado a los 24 años de edad. Al ver que no tenía manera de escapar, se tragó una pastilla de cianuro. Sin embargo, lo inyectaron y la misma no hizo efecto, por lo que terminó siendo trasladado a la ESMA.
Luego, el 16 de agosto de ese mismo año, llegó el turno de Ana María, de 25 años. Ella sufrió una feroz paliza en el barrio de La Paternal cuando estaba yendo a la panadería. La subieron a un Ford Falcon, la tiraron al piso, la llevaron a la ESMA y la torturaron. Esa misma noche escuchó la voz de Ricardo que le preguntaba qué le pasaba.
A partir de allí, no se separaron más. La historia de amor nació en el contexto más doloroso pero se fue consolidando con el tiempo. «Nos cuesta contar que fuimos capaces de tener un segundo de libertad en esta falta de libertad, en esta ausencia absoluta de la libertad. Y el amor realmente es lo que nos salvó», contó Rosita.
«En un momento, demás de en diagramación, yo trabajaba en la carpintería. No daba más, entonces le pregunté al ‘Tigre’ Acosta si podía tener una ayudante. Ahí directamente le pedí que fuera Rosita. Nos acompañábamos. Nos hemos dado abrazos interminables de amor y de terror», sentenció Ricardo en diálogo con Infobae. Conmovedor.