Allá por el ya lejano año 1747, a bordo de un buque, un médico escocés de la Marina Real Británica observó cómo una enfermedad sin cura era realmente impiadosa contra los marineros.
Como consecuencia de ello, James Lind, el protagonista estelar de esta historia, tomó la determinación de dividir a doce tripulantes con síntomas de escorbuto en grupos y administrarles diversas dietas.
Este cuadro se caracteriza por la falta de vitamina C, por lo que se les proporcionó a todos los marineros una dosis de limones y naranjas. Poco tiempo después, los mismos empezaron a mejorar progresivamente.
Finalmente, dicho experimentó se tradujo en el comienzo documentado de lo que luego se reconoció como el primer ensayo clínico. La fecha del estudio no fue otra que el 20 de mayo, algo que quedaría marcado.
Desde ese momento, cada 20 de mayo se celebra el Día Mundial de la Investigación Clínica, una fecha sumamente importante y trascendental para una práctica que cuenta con una relevancia contundente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la investigación clínica se define como «toda investigación o estudio sistemático realizado en uno o varios seres humanos o en relación con ellos».
«La misma se emprende con el fin de evaluar la seguridad, el desempeño clínico y la efectividad de un dispositivo médico. La realización de una investigación clínica es un proceso científico que representa un método de generación de datos clínicos», profundizó dicho organismo.