Los preparativos para el cónclave que definirá al sucesor del Papa Francisco ya arrancaron. Los cardenales se reunirán el 7 de mayo y ahí elegirá a la nueva autoridad. Por eso, en la cúpula de la Capilla Sixtina están culminando con las obras de la chimenea, que dará aviso, con fumata blanca (si hay nuevo pontífice) o negra (si no se llega a un acuerdo).
El histórico recinto ha sido transformado en una zona completamente hermética desde el punto de vista informático, mediante un conjunto de medidas que combinan técnicas electrónicas avanzadas, aislamiento físico y vigilancia especializada.

Luego del cónclave, si hay mayoría de dos tercios se anunciará al nuevo Papa.
Tras cada dos rondas de votación, las papeletas son quemadas en un horno especial. Cuando se alcanza una mayoría de dos tercios y se elige al nuevo líder católico, se produce una combinación química que produce humo blanco. Si no hay acuerdo, se añade una mezcla química —incluyendo perclorato de potasio, antraceno y azufre— que genera humo negro.
Los cardenales abordaron en estos días la difícil situación financiera del Vaticano y compartieron diagnósticos sobre los principales desafíos que enfrenta la Iglesia. También se ofrecieron valoraciones sobre el legado de Francisco, incluyendo temas de gobernanza, reformas internas y relaciones con otras religiones.

Lo que todos esperan: la fumata blanca y el aviso de «Habemus papam».
A la espera de un resultado positivo
En el caso de que haya fumata blanca, el nuevo pontífice se retira a la “Sala de las Lágrimas”, es decir, la sacristía de la Capilla Sixtina, donde revestirá por primera vez los ornamentos papales con los que se presentará a la multitud en la Plaza de San Pedro.
Después de la oración y del homenaje de los cardenales, se entona el “Te Deum” que marca el final del Cónclave. Luego el anuncio de la elección, el “Habemus papam”, la aparición del Papa, precedido de la cruz procesional, que impartirá la solemne bendición Urbi et Orbi.