Podría ser un paraíso o un resort, podría ser la salvación o la última oportunidad, podría ser sosiego o un choque con la realidad para cambiar algo, o incluso otra chance desperdiciada. Es, en definitiva, un poco de todo eso y todo lo que uno, con su voluntad, pretenda que sea. Es el Centro de Vida Sana Puiggari, en Entre Ríos. Yendo desde Buenos Aires por la ruta nacional 12 pareciera que el camino te va preparando para el eventual cambio. Tanto verde da envidia, tanto verde disponible y tanto gris allá en la ciudad que uno (quiere) va dejando atrás, con los malos hábitos, los apuros permanentes, el tiempo que nunca alcanza, la comida de paso, el stress que empuja y la ansiedad “hola, qué tal, te acompaño adónde vayas”.
Estamos yendo a buscar un programa terapéutico de siete días, de domingo a domingo. Ahí nos someteremos a aceptar nuestros problemas y a escuchar argumentos para un posible volantazo, una excepción a la regla que venimos siguiendo, para saber qué queremos hacer, cómo quisiéramos vivir. Me pregunto si los siete días se me harán cortos o largos, y me respondo siete días después que está muy bien ese lapso. Incluso hay quienes en mitad del trayecto se piensan y se animan a agregarse una semana más. Es un programa de descanso, desintoxicación, de actividad física, para aprender nuevas herramientas que nos ayuden a lidiar con la vida cotidiana de cada uno, con el teléfono, el trabajo, las presiones, la mala comida, las tentaciones y los errores elegidos. Así arrancamos, un domingo cualquiera tipo 6 de la tarde, con nuestra conciencia de Vida Sana.
Uno comienza tímido, es cierto. Pregunta todo, mira, pide permiso constantemente. Con el correr de los días también uno se irá familiarizando con todos, aquellos quienes trabajan –casi 80 personas predispuestas, amables y pacientes- y los que vienen a hacer el programa. Hay una convivencia permanente, empieza a crecer el espíritu de grupo. Estamos todos en la misma. Como decía mi viejo, cada uno tiene los problemas que puede. Acá no se juzga a nadie, tenga la carga que tenga. Se escucha, se acompaña, algunos se animan a aconsejar. Pero no existe el escalón de la moralidad para decir que esto o aquello está bien o mal. Supongo que habrá un grado de azar en el grupo que toca. Hay algunos repitentes, que se conocen de visitas pasadas, que se avisan con tiempo y se organizan para coincidir. El resto somos anónimos que terminamos construyendo cierta intimidad a la hora de contar miserias y triunfos.
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Podríamos describir el lugar como un híbrido entre un hotel y una clínica agradable, con salones comunes espaciosos, con sillones, mesas, sillas y un gran ventanal que da a la pileta climatizada. Más allá se puede ver el gimnasio, y en medio del enorme jardín, la zona de piscina, con reposeras y un jacuzzi. Entrando a la derecha está el comedor, con mesas dispuestas de tal forma que un máximo de doce comensales puedan sentarse en torno a ellas. Los pasillos largos tienen algo de consulta médica, pero con una decoración sutil que no permite sentir esa frialdad típica. En los pasillos largos hay oficinas, muchas oficinas con muchos de los que nos apuntalarán durante la semana. Arriba están las habitaciones, con las comodidades de cualquier hotel con buenas calificaciones que podríamos encontrar en Booking.
El pueblo es chiquito, lindo, prolijo. Predominan las caras conocidas, el saludo espontáneo, la cordialidad genuina, los jóvenes de la Universidad Adventista del Plata que le aportan el ruidito que no alcanzan a hacer, por suerte, los autos ni el viento ni las aves. En el medio de la vida de Libertador San Martín, el medio geográfico y simbólico, está el Centro de Vida Sana, anexo al Sanatorio Adventista del Plata y apenas un poquito más alejado de la Universidad Adventista. No hay, sin embargo, ninguna presión por parte de la comunidad religiosa. Al contrario, hay una invitación cordial a participar o presenciar rituales pero de ningún modo se siente excluyente o invasiva, al contrario. Una comunidad de puertas abiertas, tranquila, generosa y respetuosa.
Seis son los temas que se abordan principalmente en Vida Sana: bajar de peso, abandonar el consumo problemático de alcohol o de sustancias, el stress crónico, dejar de fumar o simplemente recuperar el descanso perdido. En esos seis grupos se separan a grandes rasgos los participantes para las charlas cotidianas, aunque el resto de todas las actividades se hacen en grupo, a elección de cada uno. Vale aclararlo: acá no hay obligaciones, hay compromisos individuales para lo que cada uno vino a buscar. Es un programa de puertas abiertas. El que quiere dormir hasta tarde puede, el que quiere salir a caminar a las 7 de la mañana puede, el que quiere estar 5 horas en la pileta puede, y así sucesivamente. Se supone que hay cierta conciencia de compromiso, y efectivamente hay un intento de convencimiento para elegir cumplirlo. Creería que está bueno dejarse llevar por el cronograma que te dejan cada mañana en la puerta de la habitación y que servirá como recordatorio porque realmente los días son intensos.
Desde los controles médicos de rutina –con laboratorios, ergometrías, placas, InBody– hasta los horarios de actividad física o de las comidas, todo aparece en esas hojitas de colores que nos guiarán. Hay una actividad que destaca, sin dudas: la hidroterapia es espectacular. ¿Qué es la hidroterapia? Una serie de sesiones que van desde sauna seco y de vapor hasta shocks térmicos con sauna y posterior agua helada, masajes, paños calientes, fricción con sal y otras actividades que uno va descubriendo cada día, dos veces por día.
Venir a Vida Sana es tener conciencia de que hay que cambiar algo, o tener la oportunidad de hacernos cargo y de tomar decisiones. Habrá quien lo tome como un retiro, como un descanso, está el que lo vea como una verdadera salvación o un cambio de vida abrupto. Algunos lo toman como una pausa para completar todo tipo de chequeos médicos y volver tranquilos, contarle a los amigos que se hizo chapa y pintura y que está impecable. Es bajar un cambio, experimentar vivir más tranquilo, ir más lento pero no de una forma ansiosa, sino como una elección, una forma de vida y la voluntad de terminar haciendo un elogio de esa lentitud. Se trata, finalmente, de tener conciencia plena de los malos hábitos y la importancia de las buenas prácticas.
Domingo
Es el día de ingreso. Uno llega, se acomoda en la habitación, tiene un masaje de bienvenida y posteriormente la cena. Hay una charla general de orientación y luego el descanso. Es el momento de las primeras charlas y de ir conociendo el lugar, la gente y la dinámica general.
Lunes
En ayunas se concurre al laboratorio, para la extracción de sangre. Cada visitante tiene asignado un horario para conocer al médico que le hará la consulta preliminar y una serie de estudios, según cada persona y su búsqueda. También se realiza una consulta psicológica breve. Luego del almuerzo hay espacio para un pequeño descanso y a media tarde, actividad física. En este caso, una caminata a buen ritmo durante una hora. La merienda es entre las 16.30 y las 18 y después viene la hidroterapia. Empiezan los rumores entre los participantes de lo bueno que es la hidroterapia y aumentan las ganas. La experiencia confirma los comentarios previos. Los masajes, los saunas, incluso la sala de relajación son espectaculares. A las 20, se cena, hay hambre y casi todos somos puntuales.
Martes
Arrancamos temprano con la caminata. 7.07 estamos en marcha. Hoy somos un grupo grande, todos con chalecos refractarios para llamar la atención de los pocos vehículos que nos cruzamos. El paisaje es agradable y vemos la salida del sol en el horizonte, placeres poco cotidianos en la ciudad. Al regreso desayunamos y a las 9 empiezan los grupos de apoyo, divididos según la temática en cuestión. Luego es momento de la hidroterapia, otra vez: hoy tocan paños calientes en la camilla de masajes. Uno se siente un bebé arropado. ¿Te quedás dormido? Un poco, sí. Luego viene una fricción con sal que te deja la piel, producto de la exfoliación, de forma irreconocible al tacto. Ducha y a seguir el día, porque tengo una ergometría por la cual me acerco a la Clínica Adventista del Plata, donde me realizarán el estudio físico y cardíaco. Me apuro para el almuerzo pero olvidé mencionar una salvedad importantísima: hoy –por elección y aprobación de la nutricionista– estoy probando una dieta completamente líquida, basada en jugos: 2 de desayuno, 2 de almuerzo, y será uno de merienda y 2 de cena. Spoiler: se tolera perfectamente, los batidos son ricos y muy llenadores. No habrá hambre, sino ganas de comer: el deseo de algo salado se satisfará con una sopita de calabaza bien condimentada. Previo a esto, sí, señoras y señores, los masajes. Podría acostumbrarme a que me hagan masajes cada día sin problemas.
Miércoles
Acostumbrado al despertar temprano, soy de los primeros en bajar. Hay a disposición constante mesas con dispensers de agua caliente y fría –el agua es vida, vemos la frase por varios lugares– así que empezamos con un tecito de los muchísimas variedades que hay para elegir. Sale caminata, desayuno (hay un poco de hambre por la dieta líquida de ayer, así que se elije yogurt natural, cereales y fruta) y la segunda sesión grupal de apoyo. Se habla mucho, se escucha mucho, se aprende y se establecen vínculos con las personas. Es importante esto porque es una parte fundamental del programa, lograr la conciencia de saber qué queremos, y creo yo, qué no queremos seguir haciendo. Llega el momento esperado en la hidroterapia: hoy tocan “los baldazos”.
En los días previos se puede escuchar: “Hoy me hicieron los baldazos” o “no sabes lo bueno que están los baldazos”. Vamos, entonces, no esperemos más. Primero sauna de vapor e inmediatamente en una sala contigua, uno se entrega al contraste de un –atención por favor– baldazo de agua helada e incluso con algo de hielo. La sensación es espectacular, debe durar 2 segundos más o menos, y enseguida se regresa al sauna. Se repetirá 3 veces más y en ningún momento resulta desagradable, al contrario. El reposo final concluye la terapia. Uno queda realmente energizado por el resto del día, es increíble. Hoy toca el InBody, un estudio médico nutricional que mide el porcentaje de musculatura, grasa y líquidos del cuerpo, la forma en que están distribuidos en el cuerpo, el peso, la altura y demás datos trascendentes y que difícilmente sepamos de otra forma. No vamos a publicar los de este cronista porque no valen la pena. No está tan mal, de todas formas. Hay que hacer más ejercicio, eso sí. Viene el almuerzo y todas las tardes hay un taller de nutrición para entender mejor qué comemos y qué podríamos comer en nuestra vida cotidiana. También cada tarde, a las 15, hay opciones de actividad física con los profesores: se elige salir a andar en bici y aunque exigente por las pendientes que presenta la geografía, el paseo resulta óptimo. Luego de la merienda –va variando cada día, también según la dieta que siga cada uno– llegan los esperados masajes y finalmente la cena. En la planta más alta del edificio hay una sala de TV donde varios vemos los partidos de la Copa Libertadores. Siempre hay, igualmente, breves propuestas antes del descanso.
Jueves
Muchos dicen que es un día de quiebre, que es el día que mejor se siente. En mi caso es el día elegido para repetir la dieta líquida y es el primero en que vuelvo a pensar en el regreso, en la vida cotidiana, en que noto que falta poco. La caminata de una hora se hace con amenaza constante de lluvia que queda en eso, amenaza. Las actividades grupales ya están claras, ya todos sabemos cómo es el orden que seguimos. La diferencia de hoy es una visita al médico para cotejar los resultados de todos los estudios que se hicieron y que –afortunadamente– arrojan datos positivos. La hidroterapia tiene una propuesta nueva: similar a los baldazos, pero dedicados a los pies, esos pies cansados de las caminatas diarias. Del frío al caliente una y otra vez y luego los masajes, ¡qué placer! La cena es particularmente sabrosa y la velada musical posterior genera el ruido más alto de toda la semana.
Viernes
Sí, madrugamos, caminamos y desayunamos. Luego el grupo, sí. Ya lo tenemos aprendido. ¿Qué lo hace especial? Que es el último día con el organigrama tradicional, con todas las actividades grupales e individuales que venimos haciendo. Se acerca el final del programa. Se escuchan los comentarios acerca de los kilos que perdió uno u otro, los centímetros de abdomen que se redujeron, los hábitos que se abandonaron durante la semana. Hoy llueve mucho e invita a un descanso de tarde, la famosa siestita. El descanso también es salud. Hay prevista una visita a la Universidad contigua pero el intenso aguacero lo impide. Los masajes se disfrutan el doble porque son los últimos de la semana. Hoy también hubo repetición de los baldazos, que siguen siendo espectaculares.
Sábado
Al ser una comunidad adventista, y ser el sábado del día del descanso, hoy se notará la diferencia con el resto de la semana. Además de ser el día de cierre de los talleres grupales y el principio de la despedida, la invitación al templo para presenciar la tradición oral es aceptada con gusto y ahí vamos casi todos los que estamos en el programa semanal de Vida Sana, luego del desayuno y de la actividad física de la mañana. Resulta agradable la cercanía del pastor con los fieles, los niños participando en el escenario con su inocencia, los jóvenes músicos formando parte del ritual. Se percibe un ambiente inclusivo para el visitante respetuoso. El resto del día continuará con actividades parecidas pero con la ausencia de los masajes, a quienes ya extrañamos. La cena es especial, porque se abandona la distribución clásica por una única y larga mesa compartida. El menú también es especial y viene con postre riquísimo. El final es emocionante: los agradecimientos y dedicatorias entre los participantes lo hacen realmente íntimo. Hay lágrimas, abrazos e insistencia en las gracias por los apoyos en momentos críticos. Hay historias muy fuertes, de luchas personales, adicciones, búsquedas y encuentros. Es un lindo cierre que continúa hasta más tarde, como excepción de lo anterior.
Domingo
Dimos la vuelta, se cumplió la semana. A las 10 hay que irse, así que algunos aprovechan para caminar temprano y otros, para descansar un poco más. El desayuno marca la última actividad colectiva. Llegan las despedidas. Nos vamos, por la misma ruta 12 que nos trajo y del mismo modo, nos regala tanto verde que da envidia. A partir de ahora, la voluntad es tarea nuestra, es hora de aplicar lo aprendido.
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