Luego de una semana cargada de un fuerte componente emocional y un día después del histórico funeral que reunió a los líderes de todo el mundo en el Vaticano, miles de personas se acercaron a la basílica de Santa María la Mayor para visitar y terminar de despedir al Papa Francisco.
Tras una ceremonia que quedará eternamente en la memoria colectiva y en los libros de la Iglesia Católica, fieles de diferentes países hicieron una larga fila desde temprano para ingresar al establecimiento con el objetivo de rezarle al Sumo Pontífice argentino, quien de ahora en más se convertirá en una figura trascendental para los creyentes.
Además de orar y llorar por su partida, pudieron presenciar la sencillez de su tumba, una característica que predominó en la vida de Jorge Bergoglio y lo acompañará durante su eterno descanso. Tal como se había adelantado, el féretro se encuentra cubierto por una piedra de mármol cuyo exterior cuenta con la palabra «Franciscus» escrita.
Siguiendo la línea de simplicidad, se puede apreciar una rosa blanca en la parte superior de la lápida. Según explicaron en el portal Vatican News, esto no es una elección artística, sino que se trata de una «continuidad y devoción» por el amor que el Cardenal de Roma sentía por Teresa de Lisieux, la santa a la que constantemente acudía para pedirle señales y agradecerle.
«Cuando tengo un problema le pido a la santa, no que lo resuelva, sino que lo tome en su mano y me ayude a aceptarlo, y como señal casi siempre recibo una rosa blanca», expresó en una ocasión en una entrevista con los periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti.
Desde hoy, Santa María la Mayor será una parada obligatoria para todos los católicos que circulen por la ciudad de Roma, ya que ahí se encontrará el Papa más humano, humilde y compasivo que haya visto alguna vez la historia de la humanidad.