Omar Castigliano tiene 61 años y desde los 3 que conoce con claridad sus dos pasiones: la fotografía y el mar. Muchas aguas fueron capturadas por su lente alrededor del mundo, pero es la de Mar del Plata la que logra conmoverlo a diario y la siente como su lugar en el mundo.
Omar tuvo una infancia y adolescencia feliz, tiempos colmados de recuerdos hermosos en el barrio de La Boca y en su hogar sobre la calle Salvadores. Jamás olvidará aquella vez, siendo muy niño, cuando partió de viaje a Córdoba junto a sus padres. Se alojaron en un hotel y Omar no paraba de llorar. Aún estaba desconsolado cuando salieron del alojamiento y se sentaron en el último asiento de un colectivo, entonces el padre tomó su cámara Konica y se la colgó al cuello. El pequeño dejó de llorar instantáneamente. Apenas tenía dos años.
Se convirtió en fotógrafo profesional en su juventud, pero la pasión por capturar la magia a través de su lente formó siempre parte de su esencia, y aquella anécdota de la infancia había sido tan solo el primer indicio. Hoy, fotografía paisajes y especialmente se centra en los surfistas, que según describió en una entrevista con La Nación, “entran en comunión con la naturaleza” mientras practican el deporte.
Cuando comenzó a ejercer la fotografía profesionalmente trabajó en los típicos eventos relacionados al rubro: casamientos, cumpleaños, modelos, eventos deportivos, carnavales. Pero mientras transitaba ese camino descubrió que la fotografía tenía para ofrecerle mayores desafíos si estaba dispuesto a viajar por el mundo y dedicarse a los paisajes.
Comenzó recorriendo Argentina de sur a norte. Luego se expandió por Centroamérica hasta aterrizar en suelo europeo. Vivió dos años en Madrid, que se convirtió en una especie de punto neurálgico para conocer España y capturar imágenes fascinantes de la Península Ibérica: “Lo que más me impactó fue Toledo con sus castillos medievales por donde lo mires”, dice. “París… tan icónica con la vista impresionante desde la Torre Eiffel. Después Londres, Inglaterra en general. Hermoso, Europa ofrece arquitecturas impresionantes”.
Sim embargo, Brasil y el mar en general siempre volvían a atraerlo. “Me empecé a conectar con mis trabajos en surf en Playa Grande, para las escuelas de surf y en campeonatos. Esto último, los campeonatos, fue lo que me empezó a apasionar hasta que, años más tarde, ya en el 2016/2017 me metí de lleno en el deporte a nivel competitivo”, cuenta Omar
Tras varios años de vida nómade, Omar decidió hallar un lugar donde anclar de manera un tanto más definida. La capital argentina ya no era una opción, él necesitaba de la brisa del mar y del desafío de sus olas. Así como su profesión había quedado definida a sus dos años, cuando su padre le colgó una cámara, encontrar su lugar en el mundo también se remontaba a sus días de infancia.
Cuarenta y cinco años más tarde, Omar decidió que era tiempo de cumplir aquel sueño y encontrar su cielo, su mar y continuar con sus pasiones en La Feliz. “Asimismo sueño con vivir en otros lugares y, después de la pandemia, volví a Río de Janeiro en busca de olas y surf. Cubrí tres campeonatos con los mejores del mundo, vi a Filipe Toledo coronarse, participé en la liga WSL, entre otros torneos, fue un sueño cumplido”, revela. “Pero hoy elijo Argentina mientras sigo con nuevos planes de viajes por el mundo; amo Mar del Plata”.