Hoy es uno de los jóvenes más seguidos e idolatrados del país, pero hubo un tiempo en que Franco Colapinto era un simple chico que daba sus primeros pasos en el karting sin tener ni la menor idea de lo que le depararía el futuro. Simple, por supuesto, es una forma de decir, ya que el talento se le notó desde el segundo en que agarró un volante, pero como cualquier promesa deportiva argentina, empezó su camino de la misma manera que el resto de los niños o adolescentes que sueñan con llegar a las grandes ligas.
Aunque esta sección consiste en repasar el primer auto que tuvo alguna vez una personalidad famosa, decidimos romper la regla para adentrarnos de lleno en «los primeros autos» que utilizó la nueva cara de la Fórmula 1. Por este motivo, entrevistamos a Cristian Tejera, el histórico motorista del Acosta Racing Team que trabajó con Franco durante su experiencia en el Campeonato Argentino de Karting.
Si bien su función era armar los vehículos con los que corría el piloto, Tejera cumplió un rol mucho más fuerte, pues lo formó como profesional junto a Martín Acosta, dueño del equipo: «Cuando viajamos a Estados Unidos él tenía 12 años. Viajó con nosotros solos y estuvimos los tres. Como no estaba nadie de la familia, los responsables éramos nosotros, ya que teníamos un poder firmado por los padres», contó.
Según explicó, el niño prodigio corrió un año como cadete y luego pasó a la escuadrilla que le marcó la vida para representar en Pre-Junior, la primera categoría con chasis grande: «El motor tiene una limitación y arrancó con eso prácticamente su carrera deportiva. Después fue campeón argentino de Pre-Junior, Junior y Senior», declaró.
Como suelen hacer esta clase de dotados, el pilarense demostró ser diferente conquistando cada temporada hasta el 2018, año en que viajó a España para competir en la Fórmula 4. Sin embargo, nunca dejó su habilidad librada al azar, sino que la acompañó con los entrenamientos suficientes para cumplir sus objetivos: «Tenía mucha aplicación y dedicación. Era un chico que probaba el auto tres veces por semana para adaptarse a cada juego de goma antes de salir a clasificar. Tenía un talento natural pero se fue formando también con Martín en aquellos momentos. Corrían en el autódromo, en Evita y en Zárate. Todo tres veces por semana», reveló.
Siguiendo la línea de los grandes exponentes de la Argentina, quienes llegaron a la cima del mundo sin olvidarse de su pasado, Colapinto aprovechó el último verano para volver al país y entrenar como en los viejos tiempos: «Cuando vino nos pidió si podía andar en karting. Martín le pidió prestado el auto a Gabriel Gandulia, que son muy amigos, y yo le puse un motor mío. Fuimos a andar a Zárate y no se quería bajar más. Si no le hubiese empezado a doler la costilla, seguiría andando. Es más, Aníbal, su padre, en un momento nos dijo: ‘hasta que no le digan basta, va a seguir andando’».