Boris y Svetlaya fueron separados en 2014. Pero la medida tuvo que ver con una decisión de poner a salvo a la especie. Sin querer, los científicos dieron inicio a una historia encantadora que tuvo un final conmovedor.
Los tigres siberianos crecieron juntos, en cautiverio, y fueron liberados a los 18 meses, con la idea de expandir la distribución de los animales a lo largo de la frontera entre Rusia y China.
Los científicos rusos y estadounidenses siguieron el rastro de los cachorros hasta que, a más de un año después de su liberación, ocurrió algo extraño: Boris caminó ¡más de 190 kilómetros!, casi en línea recta, hasta el lugar donde Svetlaya había construido su hogar.
Se estima que quedan entre 485 y 750 tigres en Rusia, pero los investigadores afirman que la zona fronteriza entre Rusia y China, incluida la zona de Pri-Amur donde viven Boris y Svetlaya, podría albergar a cientos de animales más.
Una vez más, la naturaleza brindó un ejemplo de cooperación y lealtad, que se trasladó en el plan mismo integral para alargar la cadena de reproducción y en el final.
Y así como la inesperada asociación entre Boris y Svetlaya ha demostrado ser crucial para el éxito del proyecto, los científicos rusos y estadounidenses esperan que sus esfuerzos puedan ser un modelo para la cooperación internacional en materia de conservación.