Estuvo ciega y hoy pinta lámparas de sal con la técnica del puntillismo

Sandra Aramayo es salteña y mandó su historia de vida para el concurso de belleza real: “Y pensar que le pedía mi esposo que no me despertara porque en los sueños era el único lugar en que podía ver”.

Por Leo Lucente

Sep 25, 2023

El puntillismo es una técnica artística de pintura que consiste en hacer una obra a partir de diminutos puntos. Por eso requiere un nivel extremo de concentración, prolijidad, dedicación, calma y una buena visión, sin dudas. Y la protagonista de esta historia combina dos aspectos que juntos pueden parecer contradictorios aunque son en este caso complementarios: la pérdida de la visión y esa técnica, el puntillismo. Porque Sandra Aramaya -ella es nuestra protagonista, salteña, 55 años, mucho gusto- estuvo ocho meses ciega. Luego de un trasplante logrado a fuerza de solidaridad recuperó parcialmente la visión y hoy inspira a miles de mujeres desde su Salta natal donde hace lámparas de sal del Himalaya que ella misma decora.

Convocada por ADN+ a raíz del Concurso de Belleza Real que impulsa la empresa de cosmética 317, nos dice: “Yo quiero que mi historia se conozca para dar un mensaje a las personas que están pasando por una situación como la que yo pasé, que no hay que perder la fe, no hay que perder la esperanza, hay que motivarse a uno mismo para poder seguir adelante. Créanme que me fue muy difícil, pero como siempre digo, no es imposible».

El relato de superación de Sandra comienza cuando una afección ocular llamada “esclerocornea de la cámara superior” la sumió en un mundo de sombras y siluetas. Los diagnósticos médicos fueron desalentadores, y la perspectiva de recuperar su visión parecía cada vez más remota. Durante esos meses, experimentó un torbellino emocional, luchando por adaptarse a su nueva realidad. “Fue de forma paulatina, pasó el tiempo -casi doce años- y se me fue acrecentando, hasta que llegó un momento en que directamente no me veía ni las manos, y eso fue un golpe durísimo”. Estuvo muchos años en lista de espera en el INCUCAI pero el trasplante no llegaba. Sabía que existía la posibilidad desde la medicina pero no contaba con los recursos necesarios para afrontarlo. Entonces su padecimiento se hizo conocido en Salta a través de una nota periodística que, por casualidad, leyó el médico oftalmólogo Martin Arroyo, y a partir de ese entonces afloró el lado más hermoso de la solidaridad. “El sentimiento que había era un poco de aceptación y un poco de motivación para salir de ese proceso. Desde la medicina estaba la chance, pero yo no tenía los medios para hacerlo. Entonces que este médico se ofrezca y me opere, la verdad que no puedo creer que este doctor haya hecho eso conmigo”.

“Al principio estaba un poco escéptica porque creía que me iba a decir lo mismo que todos: que me tienen que hacer un trasplante, y afrontar todos esos gastos, pero bueno… yo entré sin ver nada, sin ver absolutamente nada. Te lo juro, no me veía ni las manos. Entonces me sorprende y me da la buena nueva que él me va a traer la córnea de Estados Unidos, con sus propios recursos, y me dice que me va a operar gratis. Fue un milagro, realmente fue un milagro”, relata notablemente emocionada.

Se lanza un concurso de belleza real para todas las mujeres

Evidentemente el destino tenía otros planes para ella. Esa oportunidad se presentó en forma de un trasplante de córnea que, milagrosamente, le devolvió la esperanza. Aunque su vista se recuperó parcialmente, esta nueva visión encendió la chispa de la creatividad en Sandra. “Dos semanas después de haber estado casi ocho meses sin poder ver, el doctor me opera y a los dos o tres días que me saca el parche, yo empiezo a ver formas, empiezo a ver sombras y empiezo a ver colores y a los dos días empiezo a ver el rostro de las personas. Y bueno, después, lo más shockeante fue cuando me pude ver yo misma al espejo, al principio en forma muy borrosa, pero me podía ver. Así paulatinamente hasta que fui viendo mejor, cada día”.

Como a tantos en nuestro país, la pandemia los obligó a cambiar el rumbo como familia. “Mi marido Gabriel, que daba servicio de sonido para eventos, se quedó sin trabajo y obligados a reinventarnos, empezamos a vender lámparas de sal del Himalaya a través de un alfarero de Cafayate que nos dio una gran ayuda. Es como que nos tuvimos que reinventar. Nosotros tenemos este pequeño emprendimiento, mi marido no tiene trabajo. Desde el 2019, cuando empezamos, ya vendimos más de 7.000 lamparitas”.

Aprovechando su amor por el arte y la belleza, Sandra encontró en las lámparas de sal del Himalaya su lienzo perfecto. Su dedicación a perfeccionar la técnica del puntillismo se convirtió en su pasión, y cada lámpara se convirtió en una obra de arte única y conmovedora. El puntillismo, que requiere la aplicación meticulosa de miles de pequeños puntos para crear imágenes impresionantes, se convirtió en su lenguaje visual. Kalma se llama el emprendimiento, y en Instagram se lo encuentra como @lamparas_de_sal_kalma.

Su historia de superación tiene que ver con haber encarado una actividad luego de la pandemia que presentaba muchas dificultades por su condición, y lejos de resignarse se plantó ante la vida y le dio lucha con las armas que contaba.“Antes era media inútil para ciertas manualidades, y empecé a descubrir un mundo nuevo, un mundo en el que podía. Siempre soy de ir para adelante, nunca me quedo con el no, el no para mí no es un impedimento, el no es una palabra, pero siempre el no para mi es como una pared que la tengo que derribar aún con mis miedos, con todo lo que eso implica, como cuando empecé a pintar las lamparitas. Todo lo aprendí por mí misma, desde videos de Youtube, muchas veces guiándome por los audios porque no distinguía lo que veía”. Con ese empuje nació Kalma y la nueva versión de Sandra. “Precisamente es la calma que yo tuve cuando la necesité y busqué volcar en las lámparas todas las situaciones que yo tuve que atravesar, que sin esa calma yo no hubiese podido. Por supuesto que tuve la colaboración que me ayudó muchísimo, pero también tenía que hacerlo yo, repetirme que yo podía hacerlo”.

Despierta admiración sus ganas para levantarse una y otra vez para encarar los problemas y superarlos, y también despierta curiosidad saber cómo fue volver a ver, volver a mirar, pero ella marca una pequeña diferencia: “Yo ahora no miro, sino que admiro todo lo que me rodea: un atardecer, un amanecer, una flor, no sé, una planta, una foto. Cuando vos nacés con una ceguera te van preparando para una vida oscura que te lo hace un poco más fácil, si se quiere llamarlo de ese modo. Pero cuando vos te preparas para la visión, para lo hermoso que es ver, cuando sos grande y la perdés, es algo nuevo que tenés que explorar y yo no me quería acostumbrar a no ver. Entonces me dije a mí misma que iba a volver a ver”. Qué cosas eran las que más extrañaba ver Sandra? “Me encanta el mar, y no lo conocía, así que fui a Mar del Plata cuando veía y después volví a ir cuando me hicieron el trasplante, porque cuando me quedé ciega pensé que ya no lo podía volver a ver, así que fue dos veces emocionante el hecho de ir a Mar del Plata, como si hubiera tenido la chance de ver el mar por primera vez pero dos veces”.

En noviembre del año pasado le dieron un premio de la Fundación Padre Martiarena de Salta a mujeres que inspiran como “Ejemplos de Superación”. “Siento que soy capaz de hacer cosas que ni yo misma me imaginaba que podía hacer. Me siento que puedo inspirar a otras personas a lograr los desafíos. Porque lo mío es un desafío constante. Como te digo, cuando yo empecé a pintar las lámparas, yo casi no me veía las manos. Además tengo astigmatismo y bueno, en el otro ojo no veo nada. Siempre fue un desafío poder ahora hacer puntillismo, flores, gajos, pintar la orilla de los cuencos, y también permitirme dar trabajo a otras personas que venden las lámparas en el interior de la provincia”.

Le preguntamos a Sandra por los sueños, por la etapa en la que no podía ver nada más que lo que soñaba. “El día anterior a la operación los soñé a mi mamá y a mi papá, mis padres adoptivos. Y los dos me abrazaban y me decían que yo iba a volver a ver y que me quedara tranquila. Mi mamá tenía una foto y yo le preguntaba quién era ese hombre y me dijo que era la persona que me iba a donar la córnea. Creer o reventar, luego supe que el donante era efectivamente un hombre que había fallecido en Estados Unidos”. Y mas fuerte aún suenan sus palabras empujadas por las lágrimas del recuerdo. “Yo le decía a Gabriel, mi marido, que me dejara dormir, porque cuando yo estuve ciega, los sueños eran el único lugar en el que yo veía, entonces le decía, déjame dormir, por favor”,

Sandra nos enseña que la creatividad y la pasión pueden brillar incluso en los momentos más oscuros de la vida, y que la vista parcialmente recuperada puede revelar un mundo lleno de posibilidades. Su historia nos recuerda que, a veces, las circunstancias más difíciles pueden conducir a las creaciones más hermosas.

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