“Empanadas fritas riojanas”. El cartel, de puño y letra, marcó el inicio del camino en un momento en el que las ventas estaban muy flojas. De repente, los pedidos crecieron y el mensaje terminó enmarcado en el frente de El Gauchito, en Independencia al 400.
El nombre se eligió en base a una vivencia: “En 1996 mi mujer Mónica estaba muy grave de salud, tenía pancreatitis. Una tarde mientras iba caminando al hospital para realizarse un control se descompensó en un parque y un camionero que la vio la asistió. Tras ayudarla le dio una estampita del Gauchito Gil. Ella la guardó y milagrosamente, al tiempo, se recuperó. Cuando estaba armando la casa de comida regional no dudé en llamarlo así. Fue como una forma de agradecimiento”.
Beto atiende su propio local y manda en la cocina.
Las empanadas de carne cortada a cuchillo traspasaron las fronteras y miles de turistas se dan cita por el comedor durante cada visita al país. Además, el negocio muestra una ambientación típica del norte con cucharas, mates, botellas de antaño y retratos de varios ídolos nacionales.
¿El secreto? Beto se crió en un paraje en el departamento riojano de Felipe Varela, entre empleados mineros. Allí, Claudia Páez, una señora de 70 años, cocinaba empanadas para todo el pueblo. Las amasaba sobre piedras de mármol y cocinaba el relleno en el momento. Con todos esos ingredientes, el hombre se instaló en Buenos Aires en 1983 y deambuló en varios sectores de la Gastronomía. Tras varios años como mozo en locales reconocidos, probó suerte con su emprendimiento.
La postal del manjar de la calle Independencia.
Por el pequeño local se han acercado muchos extranjeros de Holanda, Brasil, España, Japón, Australia, China, entre muchos más. “Vienen de muy lejos a buscarlas. Incluso tengo clientes que se fueron a vivir al exterior y lo primero que hacen es venir a comerse una empanadita. Es muy loco”, agrega. En las paredes tiene varias fotografías de los clientes de siempre. También cosecha anécdotas de varios artistas, músicos, embajadores, actores y políticos que se han deleitado con sus sabores. Desde Los Carabajal, el cantante Tomás Lipán, Jaime Torres, el hijo de Mercedes Sosa, Teresa Parodi, entre otros escritores y poetas.
El interior del local, entre cuadros, afiches y guitarras.
