Viajar por el mundo fue el sueño de toda la vida de Elva. Las dificultades económicas y el cuidado de su casa, junto a la crianza de sus hijos, siempre fueron obstáculos. Sin embargo, con 80 años, jubilada y viuda, decidió dar el primer paso hacia lo que siempre soñó.
Lo primera decisión fuerte que tomó Elva fue vender la casa grande en la que vivió gran parte de su vida y con ese dinero empezó a viajar. Todo empezó cuando Sofía, su nieta, le preguntó si quería pasar unos días en Florencia junto a ella. Al hacer las cuentas, Elva se dio cuenta de que solo le alcanzaba para cubrir los pasajes. Pero, en donde muchos verían un obstáculo, ella encontró una oportunidad. Respaldada por un batallón de nietos mucho más hábiles en el uso de la tecnología que ella, compartió un breve texto en su recién creado perfil de Instagram en el que ofreció intercambiar sus conocimientos por estadía.
“Soy una abuela argentina que sueña con viajar a Europa para conocer gente de distintos lugares con el fin de intercambiar mi experiencia como voluntaria. Trabajé en distintas escuelas con niños, jóvenes y adultos como profesora y, además, tengo un taller de costura. Me gustaría conocer Europa y compartir lo que conozco y brindarlo a otros”, escribió en el posteo con el que inició todo.
Las propuestas no se hicieron esperar y finalmente se decidió por la de una pareja de Brighton que la invitó a vivir con ellos a cambio de clases de costura para su hija de doce años. “Ahí estuve un mes y diez días. Le enseñé a coser, le hice vestidos y la ayudé a hacer ropa para unas muñecas. Quedamos muy amigos y no me quisieron cobrar nada. También me llevaron a Londres, en donde me trataron a cuerpo de rey”, contó. Es decir, le brindaron todo lo que necesitaba y más.
De Inglaterra fue directo a Palma de Mallorca, en donde un escritor cordobés había organizado una especie de “comunidad de jóvenes” en su casa. “Yo hice los panqueques durante 15 días para el desayuno y con eso pagué la estadía”, señaló, orgullosa de que sus habilidades en la cocina le sirvieran al momento de hacer un trueque.
Por supuesto que de sus viajes Elva no solo se trajo consigo actividades turísticas realizadas. También son las experiencias vividas con diferentes personas lo que atesora en sus recuerdos. Tomó el té con una pareja de marroquíes durante su paso por Londres, leyó cuentos en una escuela primaria que recibe estudiantes inmigrantes en plena zona rural de Castellón, se peleó con un italiano que “la retó” por pararse en plena calle a sacar fotos a los edificios, recorrió toda la ciudad amurallada de Alcudia en bicicleta y ayudó a un desconcertado inglés a subirse a una barcaza que los llevaría a cruzar el Mediterráneo para ir a Valencia.
La fama le llegó de manera inesperada de la mano de un tuit viral de su nieto quien, con una serie de fotos, contó que su abuela había sido invitada de sorpresa a pasar unos días en Ushuaia junto a una pareja de extranjeros que “le enseñaron a sacarse selfies”.
Elva conoció a “El Gringo” y a Lorena, su novia, en Palma de Mallorca. Antes de despedirse, él le prometió que, cuando visitaran la Argentina, la iba a invitar a viajar con ellos. Todavía con incredulidad, agregó: “Un día me llamó y me dijo ‘ahí te estoy mandando los pasajes’. Era un viernes y los pasajes eran para el martes. Bueno, puse dos cosas adentro de una mini valija y me fui”.
Elva volvió del viaje con un par de nietos adoptivos y una legión de amigos con quienes se mantiene en contacto a pesar de la distancia y del paso del tiempo. Gracias a esto, le sobran propuestas para quedarse a vivir, pasar unos días e, incluso, trabajar en Europa.
Una pareja de marroquíes la espera en ese país, una viuda en España tiene un departamento vacío listo para que ella lo ocupe y unos jóvenes oriundos de Portugal le ofrecen estadía a cambio de que se encargue de cuidar a sus gatos mientras están de vacaciones. Porque, si hay algo para aprender de la historia de esta cordobesa, es que “hablando con gente se te abren puertas”.
“No es por criticar a nadie”, dice, con el tono confidente de alguien que, efectivamente, está por criticar a alguien, y continua: “Yo tengo muchas amigas que suben a un avión, van al hotel y después pegan la vuelta sin hablar con nadie y yo hablando aprendí mucho. A mí me importa un cuerno como alguien esté vestido, qué idioma habla o de dónde es, es un ser humano. Yo arranco de ahí y no tengo problema. Así me hice muchísimos amigos”.
En cuanto a qué le depara su futuro, Elva solo tiene claro que quiere “dejar un poco” la casa. “Tengo que ver cómo recaudar euros para ir a Europa; esperar a que alguna viejita no se anime a ir sola así yo la acompaño, o que alguna persona le sobre un pasaje y me diga ‘mire, yo se lo regalo’. No tengo ningún problema”, arriesgó, con plena confianza de que su mensaje llegará a los oídos correctos.