«Veo mi nombre en el título y no lo creo». Con solo escuchar las palabras de Julio Schenone, las emociones afloran a flor de piel. Este rojense de 87 años ha sabido emplear como nadie la frase reñida «Nunca es tarde» y logró lo que miles de personas buscan y no alcanzan: graduarse en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Tras una historia de lucha y perseverancia, el flamante doctor cumplió su sueño después de 11 años de haber retomado los estudios. Un ejemplo a seguir.
«Todos mis pacientes son gente triste, que no sonríe, no tiene proyectos. Tiene la vida así, sin más. Si vos seguís así, te va a pasar lo mismo. Por qué no empezás a estudiar». Las palabras de su amigo traumatólogo, Enrique Lynch, fueron un antes y un después en la vida de Schianone. Tras haber enviudado y sentirse vacío por varios años, el consejo lo llevó a retomar la carrera de Derecho a los 76, aquella que había dejado tras el nacimiento de su único hijo, Martín. Hoy, con 87, ya tiene su diploma de abogado de la Universidad de Buenos Aires, y sueña con ejercer. La decisión de volver a estudiar lo llenó de vitalidad y el día de la graduación fue uno de los más emocionantes para toda la familia.
La historia de superación de Julio Schenone
Hijo de padres dedicados al trabajo rural en la provincia de Rojas, Argentina, Julio Schenone decidió a los 22 años mudarse en 1959 a Buenos Aires, más exactamente al barrio de San Nicolás. «Conseguí trabajo en una ferretería, con un sueldo de 2.450 pesos. No me alcanzaba para vivir”, comentó. Sin embargo, a pesar de estas primeras dificultades económicas, Julio se concentró en aprender y crecer estudiando mecanografía, para luego graduarse como técnico contable en tres años. No fue hasta 1964 que Schenone llegó a conocer su vocación tras conocer a muchos abogados, gracias a que empezó a estudiar Administración de Estancias. “Todos me recomendaban abogacía, pero yo no tenía más que la primaria, así que me anoté en el secundario nocturno de adultos”, detalló.
Ya con el título en mano, Schianone desarrolló su historia en la Universidad. “Aprendí a usar un aparatito para grabar las clases, que fue fundamental porque yo ya no me acuerdo de todo, y superé también el desafío de las clases virtuales en la pandemia”, enumera sobre los obstáculos que venció. Todos sus compañeros eran jóvenes de menos de 30 años, algunos recién salidos de la secundaria, con la mayoría de edad recién cumplida, y celebra que lo trataron “de igual a igual”. Incluso se juntaron varias veces en su casa para hacer los trabajos prácticos grupales. “Estoy detrás de la matriculación porque de verdad quiero ejercer, pero es difícil que me contraten a mí, se suele buscar abogados con experiencia y prestigio, y no un señor que se recibió a los 87, pero quién me quita lo bailado: nadie”, dice con humor. Aunque ya un amigo lo recomendó para su primer juicio de sucesión.