Hace unos años descubrí un dialogo interno, un pensamiento que deriva en una acción que di a llamar el famoso “ya que estoy”. “Ya que estoy paso por este mandado”, “ya que estoy pongo otro proceso en la lavadora”, “ya que estoy aquí cerca voy a tal o cual lugar…” y así iba (y a veces voy) por la vida completamente “llena”, con una agenda completa de “ya que estoy”… De a poco me fui familiarizando con este impulso de meter otro esto o aquello en el momento presente, es una impulso que sobreviene, que no avisa, irrumpiendo intempestivamente en mi cotidianeidad.
Es un pensamiento que aparece constantemente y se presenta muchas veces como una “orden”, a veces como parte de una cultura de “productividad”, donde hay que llenar y ocupar cada minuto del día con actividades, tareas “productivas”, que la mayoría de las veces no están alineadas con mis necesidades más profunda ni son respetuosas con los requerimientos de mi sistema nervioso.
Cuando la autoestima está muy ligada a la productividad puede aparecer el miedo al descanso, a conectar con lo que hay aquí, en este momento. Puede invadirnos el miedo a no ser suficientes, a que las cosas se “derrumben”, temor a no ser valorado y muchas cosas mas…
Me gusta practicar la simplicidad voluntaria para contrarrestar tales impulsos. Intentando poner la intensión de hacer una sola cosa a la vez y asegurarme que estoy presente para hacerla. Simplicidad voluntaria significa ir a menos lugares en un solo día en lugar de ir a mas, ver menos para poder ver mas, hacer menos para poder hacer mas, adquirir menos para poder tener mas…
Dentro del caos organizado y de la complejidad propia de la vida familiar y laboral, con todas sus exigencias y responsabilidades, frustraciones y bendiciones, hay muchísimas oportunidades para optar x la simplicidad, por medio de pequeñas cosas.
Ralentizarlo todo es una parte importante de esto. Pedir a mi mente y a mi cuerpo que permanezcan en lo que están haciendo en vez de tomar el teléfono de forma automática, para responder ese mensaje o chequear esa red social, tomar la decisión de no comprar cosas de forma impulsiva o incluso no reaccionar al impulso interno de llamar a alguien a quien tengo que llamar justo en este momento. Todas pueden ser formas de simplificar un poco mi vida.
Practicar el hecho de decir no para simplificar mi vida requiere disciplina, sin embargo, se trata también de una cuestión delicada. Hay necesidades y oportunidades a las que debemos responder. El compromiso de mantener la simplicidad en medio de un mundo tan complejo es un acto que requiere un delicado equilibrio. Siempre hay que reconsiderar las cosas, prestar mucha atención. No obstante, el concepto de simplicidad voluntaria me ayuda a ser consciente de aquello que es importante para mi, a tener presente que hay una ecología mente, cuerpo y espíritu que necesito cuidar en un mundo en el que todo está interconectado.
No podemos controlarlo todo, pero el hecho de elegir la simplicidad siempre que es posible, incorpora a la vida el ingrediente de la libertad profunda así como un sinfín de oportunidades para descubrir que menos puede ser mas.