La vida y los caminos por donde elegimos transitarla

Nuestra vida es un recorrido que iniciaron otros. Vivimos historias de nuestros antepasados, pero está en nosotros el poder elegir qué puertas abrir para seguir transitándolas.

Por Karin Cohen

Jul 20, 2023

Hace poco escuché una frase que mencionó mi maestra de neurociencias que provocó algo inquietante en mí. “Las puertas siempre están abiertas para ir a jugar”. Sí, esa puerta que abrís y te hace sentir inmediatamente libre. A veces ni las vemos. Otras permanecen cerradas con candados. Otras tantas alguien ayuda a derribarlas. Pero nunca pensé que estuvieran siempre abiertas… Entonces por qué las vemos implacablemente cerradas, y hay que hacer un esfuerzo para abrirlas y pasar a otro sitio que nos haría más verdaderos en caso de querer cruzarlas.

Hablo de puertas que abren espacios nuevos. Que acaban con los hábitos de pensar siempre de la misma manera, de hacer las cosas de igual forma. O mismo poder descubrir personas o lugares o situaciones que abran puertas cerradas dentro de nosotros.

La puerta como frontera. Como un no lugar, pero identificable con todos los sentidos cuando la cruzás. Puerta para afuera y para adentro. Y ahí un maravilloso y temible mundo interior a nuestra merced. Portones que nos indican que hay otra cosa además de nuestras bellas o a veces tan crueles realidades predecibles. En un momento comienza a sentirse como una mano extraña abierta en nuestra espalda que nos empuja para adelante y la voz impertinente que nos grita “¡Dale! ¡Es ahora!”.

¿Qué hay del otro lado? Y ahí el desafío de cruzarla sabiendo que algo nuevo será. Pero por qué tanto impedimento para ejercer la libertad.  Porque la libertad no es tal.

Muchas veces ocurre que no logramos ver las puertas abiertas porque hay un pasado. De otros. ¿Cómo es esto? Nuestra mente tiende a resolver aquello que vamos viviendo, pero tambien le da un sentido a viejas historias que vamos heredando. Historias transgeneracionales que nos forman, nos troquelan la mirada que le damos a la vida. Como un cortador laser de preciso y certero. Por ejemplo, con padres exigentes que marcan el error permanentemente pueden surgir personas que sigan ese camino de rigidez o aparecerán otras que se equivocarán casi como en un auto boicot como para incorporar el error y darle un sentido. En nuestras vidas resolvemos historias todo el tiempo. Pero muchas de ellas son pasadas, de otros que nos precedieron en nuestra red familiar. O sea: ¡Vivimos no solo nuestra vida sino la de los ancestros! Estamos inmersos en un cuento transgeneracional y pasamos los días resolviendo cosas viejas. Pero es real que estamos a cargo de nuestro destino y podemos con mucha consciencia identificar cuáles de nuestros actos tienen que ver más con el mambo de estirpe familiar que el propio. Que ya es mucho, ¿no? Nuestro libre albedrío entonces tendría que ver con cómo queremos seguir escribiendo la historia. La nuestra. Según antiguos chamánicos el alma deja el cuerpo el día en que nada quedó pendiente. En que resolvimos todas las historias… Las pasadas, las nuevas. ¿Pero adivinen qué? En esa resolución del pasado escribimos lo que deberá resolver la generación que sigue. Ja.

No somos libres nunca o mejor dicho la libertad es parcial, escribimos nuestra vida, pero el cuento lo empezó otro… Lo que sí podemos es seguir abriendo puertas. Tomar la decisión de verla en primer lugar y luego pasar por ella. Sentir el aire fresco que entra en los pulmones y neuronas. Dar ese paso incierto, pero con la valentía de saber que solo podemos usar este pie, en este cuerpo, en esta vida habitada de pendientes familiares ajenos pero finita y fugaz.

Espero, que, en esta columna, me acompañes a conocer personas, lugares, experiencias que nos permitan cruzar puertas para ir a jugar y también para aprender a ejercer esa preciosa ilusión de libertad.

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