Esta época del año, con el comienzo de la actividad escolar, suele ser un desafío para las familias que intentan coordinar y hacer “encajar” cual tetris, horarios de jornadas laborales con compromisos, horas escolares y extraescolares de los chicos. Todo un desafío: nos sobreexigimos como padres, pero, sobre todo, como personas.
La rutina de todos los días se convierte en una estructura muy rígida que, si bien me permite “poder cumplir con todo”, se transforma en un plan ambiciosamente exigente. Los fines de semana, entre los compromisos deportivos y alguna salida recreativa para “despejarse”, la vida se va convirtiendo en esta pauta prefabricada, sin lugar para el ocio y el descanso, que si tenemos suerte, sostendremos y aguantaremos con algo de salud hasta que lleguen las tan ansiadas vacaciones.
Y llega el receso nuevamente, que, con viento a favor, coincidirá algunos días con las vacaciones de los padres del trabajo; quienes viven bajo un gran estrés de cumplir con todas las obligaciones, con mil horarios y exigencias. Mientras hacen malabarismos para mantener una cierta calma interna que les permita gestionar mejor el equilibrio entre paternal/maternal, y mantener una vida laboral, personal y profesional que sea algo gratificante. Sin olvidar las preocupaciones económicas que siempre están ahí…
Son muchos los factores que nos hacen dar cuenta que, en algún momento del año necesitamos “cortar” con todo y tomarnos unas vacaciones. “Necesito vacaciones urgente”, sin horarios, cortar con todo, de desconexión total, de salir del “estoy quemado”. Qué importante escucharnos.
A veces más que vacaciones necesitamos implementar cambios pequeños en nuestro cotidiano, que nos permitan salir del ahogo, al menos momentáneo. Sería como pequeñas inhalaciones de oxígeno, que nos brindan la posibilidad de reconectar con nuestra rutina “oxigenados”.
Que las vacaciones sean una elección y no una necesidad imperiosa a la que llego casi sin energías.
¿De qué sirven quince días al año si luego tenemos 350 días de agobio cotidiano? ¿De una vida cargada de cosas que no elegimos? ¿De solo compromisos y obligaciones?
Breves paseos, algún momento a la semana “sin horario”, pequeñas decisiones, la intención firme de aprender a decir que “no” cuando no queremos hacer algo (en reemplazo del a veces comodín “no puedo”), sincerarnos con nosotros mismos acerca de con quién realmente deseamos compartir nuestro tiempo. Hacer esas pausas para preguntarnos cuánto de esa agenda es elegido. Cuánto obligado. ¿Cómo puedo negociar entre unas cosas y otras? ¿Qué pausa puedo hacer en medio de esa semana para regalarme un momento de conexión conmigo misma?
Observo en consulta que muchas veces los regresos de las vacaciones coinciden con momentos de grandes crisis de ansiedad, depresión “pos vacacional”, angustia, desánimo, falta de interés y de placer en las cosas de las que antes se disfrutaba. Es que, muchas veces, regresamos a una vida que no nos gusta, un día a día agobiante repleto de solo obligaciones, que nos asfixia. Son los casos donde muchas veces las vacaciones son un “escape” de la vida que tengo. Sin embargo es, además, una excelente oportunidad para re calcular y re balancear la distribución de tiempo y tareas en la agenda personal y familiar. Intentemos hacer “balanza” e incorporar en ese día cosas muy chiquitas que podemos regalarnos. De manera que, al regresar de nuestras próximas vacaciones, tengamos la sensación que volvemos a una rutina que nos pertenece y a una vida que, al menos en muchos aspectos, elegimos. Me gusta pensar que si alguien que me quiere y conoce mira mi agenda en seguida me reconoce allí. O el cronograma almanaque familiar ese colgado en la heladera “habla” de esa familia y no de otra.
La próxima vez que tengas tanta necesidad de desconectar de todo y parar el mundo para poder bajarte, no mires solamente qué cosas han ocurrido fuera que te han afectado: excesos de trabajo, preocupaciones, problemas económicos, de salud, etc. Incorpora además una mirada que te incluya: “Además de todo esto que me fue pasando en este último periodo, ¿qué cosas estoy eligiendo, por acción u omisión, para llegar tan quemado al período de receso?
Planifiquemos nuestro cotidiano con la misma consideración que planeamos unas lindas vacaciones. Dejemos espacio al ocio, al juego y a conectar con cosas que nos gustan. Es más difícil querer “escapar” tan imperiosamente de una vida planificada que considera las necesidades de todos. Capaz tenemos ganas de viajar, de conocer lugares nuevos, de compartir con familia o amigos. Pero no de “irnos de nuestra propia vida”, de escapar. Cuando algo de eso comenzamos a ver: p a u s a … ¿qué está pasando? Pocos minutos, no son tiempos muy ambiciosos, pero que hable de un compromiso con nosotros mismos. Y es ahí, cuando nos comprometemos a comenzar a crearnos una vida de la cual no necesitemos vacaciones.