A Bariloche, en invierno y en verano

Mi rechazo al frío hacía que no me gustara ir mucho a esta ciudad. Hasta que viajé en diciembre, descubrí paisajes maravillosos y ya quiero ir otra vez.

Por Raúl Catania

Mar 24, 2023

Se termina el verano, mi época favorita del año, y a pesar del calor que tuvimos estos meses sigo prefiriéndolo al invierno y otoño. Odio el frio. A la lluvia la tolero un poco más, pero el frio me pone de mal humor. Y pensando en las camperas y abrigos se me vino Bariloche a la cabeza. Desde nuestra adolescencia, esta ciudad esté asociada a la nieve, los viajes de egresados, lunas de miel, esquí, chocolate caliente y todo lo relacionado con las bajas temperaturas.

Confieso que por mi enemistad con el frío siempre le escapaba a viajar seguido allí. Y tenía que hacerlo porque la cadena para la que trabajo tiene un hotel (el Design Suites) en Bariloche y, como gerente de recursos humanos, debo realizar tareas presenciales. Cualquiera se moriría por ir porque está ubicado frente al Nahuel Huapi, con una de las vistas más bonitas y relajantes. Desayunar mirando ese lago es un placer para los ojos. Sin embargo, me suelo negar a ir porque me acobarda el frio, la nieve y todas las inclemencias climáticas del invierno. La nieve es bella para las fotos y para los que esquían, para mí es sinónimo de agua y barro, sepan disculparme. Respeto a quienes la esperan ansiosos y disfrutan de ella. Yo no estoy en ese grupo. Y es por todos esos motivos que esta vez esperé hasta diciembre para viajar y mezclar cuestiones laborales con un poco de relax.

Y debo decirlo: descubrí un Bariloche distinto. Aprovechando la generosidad de amigos residentes y de un sol maravilloso me encontré con paisajes encantadores, verdes variados, flores por doquier, ríos caudalosos post deshielo y las playas de los lagos pobladas de valientes bañistas a los que raramente me sumaria dada mi condición de amante de aguas cálidas.

La paz del verano me permitió realizar paseos más allá de los tradicionales de circuito chico (fácilmente recorrible en auto o micros de línea) y visité Puerto Blest, una excursión super recomendable que sale desde su hotel o locación o también se puede iniciar en Puerto Pañuelo (frente al mítico Hotel LLao LLa). La misma los lleva navegando el Nahuel Huapi hasta Puerto Blest, justo antes del cruce a Chile, con unos paisaje maravillosos y luego un pequeño segundo viaje embarcado para visitar Laguna Frías (una laguna de aguas verdes muy atractiva) y el remate con la subida por unas pasarelas de madera muy anchas, cómodas y en muy buen estado hasta llegar a la Cascada de los Cántaros. Un paseo que vale la pena.

Mi enemistad con el frío no me habían permitido disfrutar de estos paisajes en otros tiempo. Ahora pude ir descubriendo lo impactante que son por donde sea que uno mire. Es cierto que los lagos  Nahuel Huapi y el Moreno le dan un briillo especial al entorno aunque cualquier sendero que uno camine o ruta que transite ofrece un deleite para la vista.

Fui a tomar el té a un lugar medio escondido en la Península de San Pedro. Se llama Paila–Co y la bollería y pasteleria del lugar es absolutamente casera, la vista y el entorno maravilloso y no dan ganas de irse. Lo recomiendo y ojo que esto de recomendar es sin ningún interés comercial, publicitario o de canje. A esta altura de mi vida solo recomiendo lo bueno y advierto sobre lo malo que a mi parecer de viajero le ha quedado grabado. Otro lugar que me sugirieron es La Fonda del Tío. Quería comer una buena milanesa y ése fue el lugar indicado. Un típico bodegón, lleno de gente local que conoce a los mozos por su nombre, platos rápidos, caseros, ricos y super abundantes. Es famosísima su milanesa napolitana con gaseosa de litro y medio y a explotar.

Ahora que hablé de eso les dejo un tip de viaje: cuando vayan a comer a un restó, pregunten el nombre del mozo o moza que los atenderá y llámelo por su nombre cada vez que lo necesite. Y verá que la respuesta es más rápida, más amable y se establece un vínculo de relación que mejora su atención, sobre todo si los que atienden no son tan jóvenes.

Me fui después de tres días y luego de descubrir una maravillosa y amplia vidriera de paisajes que me incitan a volver y a seguir buscando. Dejaré pasar el invierno y esperaré la primavera para visitar y pasear nuevamente. Ahora empecé a sentir que la esta ciudad puede ser mucho más que nieve, esquí y chocolate caliente. Claro que por por suerte hay muchos que también disfrutan de esas particularidades y no vamos a chocarnos por ningún paseo.

Ellos y yo convertimos a Bariloche en un destino para todo el año.

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