Aliendro, un remador que de grande se hizo tapa de diario

Después de descender de la C a la D y repartir pizzas para mantenerse, comenzó a escalar poco a poco hasta darle un nuevo título a River con su golazo a Estudiantes. La historia del un luchador de perfil bajo.

Por Cholo Sottile

Mar 17, 2024

«Yo en Inferiores no jugué casi nunca. Siempre fui suplente. La mayoría de las veces no me citaban. Igual yo siempre iba, iba, iba. No me cansaba. El viernes llegaba la lista de convocados, no estaba mi nombre y obviamente me dolía. Tenía que tomar tres colectivos. Iba triste hasta mi casa. Llegaba y le decía a mi vieja que no me habían citado. Ella me bancaba y me decía que tal vez el fin de semana siguiente iba a jugar… Recién a los 18 años, con edad de Quinta, empecé a entrar un poco. Hice dos años de Cuarta. Se me acercaba la edad de tener un contrato profesional. Ya tenía 20 y no pasaba nada. Miraba para los costados y mis compañeros ya habían jugado. Me quedaban ochos meses para firmar o me tenía que ir a laburar. Otra no quedaba. Ahí, un poco antes del límite, tuve la suerte de debutar. Pero después otra vez tuve un parate largo, porque no pusieron más casi durante un año. Eso también fue difícil: al llegar pensé que iba a ser más simple. Y no fue así. Todo me costó mucho». Hoy, que el video viral tiene a Rodrigo Aliendro llorando de emoción después de un golazo, luego de pegarle con los cordones para darle un título a River, es bueno escuchar en mi primera persona su historia de jugador remador. Aliendro es una fuente de inspiración para muchos futbolistas vocacionales que no saltan de Sexta a Primera ni tienen millones de seguidores en Instagram por su carisma. El volante del derechazo épico, el que entró cuando nadie lo pedía, se hizo tapa de diario de grande…

Aliendro buscó el resquicio para buscar a su hijo en la platea y sumarlo al festejo de la nueva estrella. Antes, mientras veía la amarilla más feliz de su carrera por sacarse la camiseta en el festejo, se sacaba las lágrimas. Todo transmitía una imagen de mucha emoción. Demichelis lloraba porque había jugado un partido personal, porque antes la gente le había exigido que pusiera a los pibes con insulto final, porque tal vez le iba a resultar irremontable una derrota mata mata en un contexto tan autodestructivo. La vibración de Rodrigo pasaba por otro lado. El volante de 33 años sufrió mucho para llegar a este final tocado por la varita mágica. Y no sólo porque les hizo caso a los compañeros que le piden que patee más de media distancia, o porque en realidad no había entrado para ser el héroe si no para aprovechar un cambio pensando en el alargue que él mató. Aliendro luchó hasta llegar acá, para conseguir que antes de aterrizar en River también lo quisieran Boca e Independiente. Su debut fue en Chacarita en el 2011, en un empate con San Lorenzo. Dos años después se fue a préstamo a Ituzaingó, en la Primera C. En esos tiempos, como el sueldo no alcanzaba, el 29 de River fue delivery de una pizzería.

Siempre perfil bajo, luchador. Toda su carrera peleó por cumplir su sueño de vivir de jugar al fútbol. En el 2016, entonces, empezó a acelerar: pasó a Atlético Tucumán. Ese año le hizo un gol a Independiente por Copa Argentina. Y en el 2019 fue transferido a Colón. Subcampeón de la Copa Sudamericana apenas llegó, dos temporadas después fue una de las figuras del Colón que dio la primera vuelta olímpica de su historia. En Córdoba, en la noche de la final, todas las cámaras se fueron con el frío saludo de Enzo Pérez con Demichelis, a lo Maradona con Ramón Díaz a mediados de los 90. Al mismo tiempo, siempre en silencio, Aliendro le daba un abrazo sentido a Eduardo Domínguez, su DT en esa proeza con el Sabalé… Después, por supuesto, ya con todos los focos sobre él, llegaron los abrazos para él. «Muchas gracias, Aliendro. Muchas gracias Aliendro», gritaba la tribuna y también los propios compañeros de un jugador querido por el grupo, trabajador, respetuoso, que apenas llegó tuvo lesiones que lo dejaron bastante tiempo afuera cuando lo trajo Marcelo Gallardo. Ahora, en tiempos de internas, de caritas en algunos cambios, jamás hubo una palabra o un gesto desubicado de él. «Fue un momento único. No es fácil entrar con un partido tan intenso. Por suerte no tenía pase, le di al arco y gracias a Dios la pelota entró. Estoy muy feliz», declaró todavía en el césped del Mario Alberto Kempes. Justo 13 años después de su debut en Primera, de pelearla otra vez durante años, Aliendro trajo suerte. Un final de película para un luchador que se merecía una noche cinco estrellas.

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