El fenómeno Gran Hermano es un formato que, a pesar del paso de los años y lejos de ir perdiendo audiencia y convocatoria, no solo la mantiene sino que en muchos casos la acrecienta con el arribo del público más joven a la pantalla. Público, que por otro lado, es poco afecto a consumir productos emitidos por la TV convencional. Los más jóvenes, grandes protagonistas de redes sociales como Instagram, YouTube, Tik Tok o Snapchat, no solo participan de las mismas sin estar sujetos a horarios, sino que son ellos los que determinan cuáles y cuántas son las horas que las utilizan.
Dicho esto, surgen varias preguntas. ¿Cuál es el atractivo de Gran Hermano ? ¿Por qué concita tanto interés observar la convivencia de 20 personas a lo largo de meses de encierro? Sobre todo en épocas donde la necesidad de inmediatez está plenamente satisfecha por las plataformas de streaming y el on demand, teniendo así la libertad de ver lo que queremos, cuando queremos y donde queremos (domicilio, medio de transporte o un bar) y donde los streamers adquirieron un rol protagónico e influyente, sobre todo entre los más jóvenes.
Lo cierto es que el fenómeno Gran Hermano no solo convoca a una audiencia impensada para los números de rating que maneja la TV actual (picos de 30 puntos, con un promedio de 20) sino que aglutina a la mayoría de las grandes empresas que vuelcan su auspicio comercial de manera masiva, como en los años de oro de la pantalla chica.
Planteado esto, resta preguntarse qué es lo que lleva a una veintena de personas (seleccionadas entre decenas de miles que se presentaron al casting) a encerrarse durante cinco meses junto a desconocidos y ser observadas durante las 24 horas durante cada uno de los día de convivencia. Seguramente, los motivos de este auto confinamiento, están basados en «pilares» como el dinero (15 millones de pesos y una casa), la fama y la necesidad de reconocimiento.
Sin ninguna duda que el objetivo y la idea principal del programa y la producción es ir minando lentamente la tolerancia de los participantes y sus mecanismos de defensa a través de la falta de privacidad y los problemas de convivencia para, de esta manera, generar el caldo de cultivo necesario e indispensable para que cada personalidad aflore sin filtros y así promover la aparición de conflictos entre los mismos (inexorablemente advertidos por la vigilancia constante de las cámaras) que «enriquecerán» el contenido y harán al mismo más seductor para los ojos del televidente, generando así un loop virtuoso (más conflictos, más televidentes, más rating, más auspicios). Ahí está la clave, a mi entender, del éxito inalterable de este formato que muchos critican pero que los números acompañan a lo largo del tiempo.
Es aquí donde habría que hacer un alto en el camino y poner el ojo observador en funcionamiento. Más allá de las características propias de cada personalidad, existen un conjunto de valores humanos tales como: la bondad, la honestidad, la ética, el respeto al prójimo, el amor, la tolerancia, la solidaridad, entre otros. Los mismos los vamos incorporando a partir de la educación que recibimos de pequeños y los reafirmamos a lo largo de nuestra existencia conformando una serie de principios que son los que guían nuestras conductas y por ende nuestras vidas.
Se ha visto, a lo largo de la historia del Gran Hermano, que muchas veces los beneficiados por los votos de la gente y por ende ganadores, basaron su estrategia en valores negativos tales como la delación, la traición, la deshonestidad, la soberbia, la intolerancia y la mentira. Muchos de ellos lograron fama, dinero y reconocimiento a partir de conductas reprochables y negativas, quedando flotando la idea que el camino iba «por ahí». Sin embargo, en esta última edición, esa tendencia cambió. La gente optó por premiar a uno de los personajes que basó su participación en valores como la humildad, la empatía, la tolerancia, la solidaridad y el respeto. Sin dudas, existe una necesidad de la gente en premiar a aquellos que responden a las expectativas de aquellos valores que nos inculcaron desde pequeños y eso es auspicioso, no solo para lo inmediato sino también y fundamentalmente para que ese tipo de conductas sean inspiradoras de la mayoría de los actos que gobiernan nuestras vidas.
Existe una franca tendencia en valorar el cómo se llega, que no todo es lo mismo, que las conductas de las personas tienen sus consecuencias y que los valores positivos son inspiradores y contagian a otros a obrar de manera acorde. Difundir y transmitir estas situaciones son importantes para reflexionar acerca de la importancia del buen proceder y el reconocimiento que esto genera en los demás.