Minutos antes del inicio del clásico entre la Selección Argentina y Brasil en el Maracaná, por la sexta fecha de las Eliminatorias 2026, la Policía de Río de Janeiro desató una brutal represión contra los hinchas argentinos ubicados en una de las plateas laterales del estadio. En esa zona, precisamente, estaban algunos de los familares y amigos de los jugadores, lo que generó una reacción inmediata de Lionel Messi y el resto de los futbolistas del equipo nacional, aunque al ver que la violencia de la fuerza de seguridad no cesaba, el capitán tomó la decisión de retirar a todos sus compañeros del campo de juego con el notorio gesto de «nos vamos».
La Selección y el cuerpo técnico se fueron al vestuario con la evidente intención de no jugar el partido, aunque luego de una charla entre el árbitro Piero Maza, el presidente de la AFA, Chiqui Tapia, y autoridades de la Conmebol en pleno campo de juego, el equipo campeón del mundo tuvo que regresar y partido se puso en marcha.
Las escenas fueron impresionables. Cientos de hinchas argentinos golpeados a palazos por los policías brasileños, el Dibu Martínez y Cuti Romero tratando de treparse a la tribuna para defender a los compatriotas y Messi cumpliendo su rol de líder para intentar tomar la mejor decisión para proteger a la gente. Y si bien el partido se inició, con un retraso de casi media hora, el 10 cumplió en cierta forma con su objetivo, porque los desmanes se terminaron.
Esa violencia luego se trasladó después al juego brusco del equipo brasileño, porque De Paul sufrió un codazo y los futbolistas locales fueron al limite en cada pelota. De hecho, a pesar de que Messi no padeció ninguna fuerte, sintió una molestia muscular en la zona del aductor derecho y debió ser masajeado por los kinesiólogos antes del final del primer tiempo.