Estos días tan intensos de fin de año nos suelen encontrar agotados, por eso, quiero invitarte a reflexionar sobre una verdad que muchas veces pasamos por alto: «Si para tener unos días de paz nos tenemos que dejar la piel y quedar exhaustos, esos días de calma serán de recuperación, no de descanso».
A menudo escucho en consulta a personas que se sienten atrapadas en un ciclo interminable de esfuerzo y agotamiento. Trabajan largas horas, cumplen con todas sus responsabilidades y solo se permiten «pausar» cuando ya no pueden más. En estos momentos, los días libres no son verdaderamente para descansar, sino para reparar el daño que el exceso ha causado: noches sin dormir, estrés acumulado y un cuerpo que clama por atención.
El descanso es una necesidad, no un premio o recompensa
El descanso no debería ganarse con sudor y sacrificio. Es una necesidad básica, al igual que comer o respirar. En psicoterapia, trabajamos mucho en desaprender las creencias que nos han enseñado a sobrevalorar el sacrificio y a subestimar el autocuidado. Para eso es muchas veces necesario observarnos, y registrar cuándo un patrón, por ejemplo llenar mi agenda o querer «terminar con todo» para poder tener unos días de vacaciones merecidos. A veces respondemos según patrones viejos o desactualizados de conducta. Que respondieron a una necesidad antigua, pero que hoy ya no forma parte de nuestra vida.
Hay una gran diferencia entre recuperación y descanso: la recuperación consiste en reparar algo que está dañado; el descanso, en cambio, es recargar energía desde un estado de bienestar. Si llegamos a un fin de semana, unas vacaciones o incluso unas horas libres completamente agotados, lo que haremos será intentar «recuperar» lo perdido: dormir lo que no hemos dormido, desconectar de la sobrecarga mental o intentar aliviar dolores físicos. Es un proceso necesario, pero no es descanso.
El descanso verdadero nos permite reconectarnos con lo que nos da alegría, calma y sentido. Es el tiempo en el que no solo nos liberamos de las obligaciones, sino que también nos permitimos estar presentes, disfrutar y cuidar de nosotros mismos sin culpa.
Para cambiar esta dinámica, necesitamos empezar por tratarnos con más compasión. Esto significa reconocer que no somos máquinas y que no necesitamos justificar nuestras pausas con un cansancio extremo. En lugar de esperar a estar al borde del colapso, podemos empezar a cultivar momentos de descanso diario. La compasión hacia uno mismo: un camino hacia la paz sostenible
La aceptación también juega un papel crucial: aceptar que no siempre podremos con todo, que es válido pedir ayuda y que no es necesario demostrar nuestro valor a través de la productividad. Cuando nos damos permiso para ser humanos, con límites y necesidades, estamos construyendo una paz más sostenible, una paz que no requiere sacrificio constante.
Si te identificás con este ciclo de agotamiento y recuperación, te comparto algunos pequeños pasos hacia un descanso genuino que podes empezar a implementar:
- Reserva momentos de descanso diario. No esperes al fin de semana o a las vacaciones; dedica 15-30 minutos al día a una actividad que te relaje y disfrutes, a algo tan simple como hacer respiraciones profundas o estirar la columna en tu lugar de trabajo.
- Establece límites saludables. Aprende a decir «no» sin culpa cuando sientas que algo sobrepasa tu capacidad de gestionar en ese momento.
- Cuida de vos mismo durante el camino. En lugar de esperar a estar exhausto para cuidarte, incluye prácticas de autocuidado en tu rutina diaria, como meditar, pasear o simplemente descansar sin hacer nada.
- Redefine el éxito. Este no es solo cumplir metas externas; también es vivir en equilibrio y cuidar de tu bienestar emocional.
Si algo quiero que te lleves de esta reflexión que hoy te traigo es la idea de que la paz no debería ser un premio por haber soportado demasiado, sino un estado al que aspiramos diariamente. No necesitás dejarte la piel para merecer descanso; merecés pausas y cuidado por el simple hecho de existir.
Porque cuando elegimos cuidarnos con compasión, no solo descansamos, sino que cultivamos una paz más profunda y duradera. Una paz que no necesita reparación, sino que simplemente nos permite vivir en mayor armonía. Tené siempre presente que si no elejís un momento del día para descansar, tu cuerpo lo elegirá por vos.