Gago y el sueño de volver con traje a la Bombonera que lo deslumbró de pibe

Arranca una nueva era en Boca con un protoganista que deseó estar en ese lugar desde el mismo momento en que decidió dejar de ser futbolista. Es su casa, donde se formó y de la que no quería irse por más que lo buscaba Real Madrid...

Por Cholo Sottile

Oct 14, 2024

«Le agradezco al hincha de Boca por todo el cariño que recibí en estos días. Vuelvo a casa». Con el rostro fatigado después del vuelo de México a Buenos Aires, Fernando Gago encaró la marea de periodistas que lo esperaba en el aeropuerto y en pocas palabras contó la felicidad por aterrizar en Boca. En su Boca. Si bien no es alguien de exteriorizar fácilmente sus sentimientos, dejó ver su satisfacción. Ahora con 38 años, ya entrenador, es regresar al lugar donde tiene las fotos de chico, con la misma cara pero el peinado raya al medio. Allí donde llegó a los 10 años, mientras en paralelo brillaba en el Baby Fútbol del emblemático club Parque. Donde soñó ser futbolista mientras iba saltando de categoría en categoría e iba a la Selección, allí donde Hugo Tocalli, el histórico ayudante técnico de Pekerman, lo bautizó como Pintita. Donde se fue haciendo hombre a los golpes, porque siempre recuerda que su papá murió cuando él tenía 18 años y al otro día se estaba entrenando con Boca.

Gago siempre quiso jugar con la camiseta azul y amarilla. Y cuando se fue, todo el tiempo quiso volver. De hecho recuerda que cuando tenía 20 y lo vino a buscar el Real Madrid, él, el volante del pie fino, el que quería ser Fernando Redondo, justamente un Galáctico vestido de blanco, no se volvió loco por partir. «Fue raro. Me acuerdo que fui a cenar con mi representante y me dijo que estaba el interés del Real. Mi respuesta fue ‘bueno, pero termino el campeonato con Boca, eh’. Ahí me aclaró que era para el final del torneo. Entonces le respondí ‘dale, arreglalo con el club y después vemos’. Muy loco», me contó hace un tiempo. El, aunque fuera la transferencia más cara del fútbol argentino por esos días, quería seguir ganando con Boca. Fuera en el Madrid, en la Roma, o en el Valencia, siempre miraba qué pasaba acá. Ahora, Gago deberá conducir al equipo desde afuera.

Su carrera es meteórica. Aldosivi, Racing, Chivas de Guadalajara y Boca. Como si su vida nunca pudiera detener el vértigo de su propio progreso. En Mar del Plata, cuando arrancó, no sacó tantos puntos pero dejó ver el trazo grueso de su idea. Ser un equipo iniciativo, como alguna vez lo definió el Mago Capria, el hombre que confió en él y lo sugirió para Racing. En Avellaneda le faltó coronar en grande, más allá de las dos Copas a un partido que le ganó a Boca. Perdió algunos partidos importantes con rivales pequeños, es real, aunque la jugada que cambió la mirada fue en la última fecha del torneo. La tarde en la que Galván se arrimó a patear el famoso penal que era para otro jugador. La pelota pegó en Armani, aun cuando no se iba a ir sin dormir si no lo atajaba, y el campeón fue Boca. Así quedó la tabla y no se puede ir contra la realidad. Igual, conceptualmente, ese Racing de Gago fue mejor equipo que el Boca de Ibarra que dio la vuelta olímpica.

Cuentan que ya en esos tiempos, Riquelme elogiaba el juego de ese equipo en los famosos asados con sus amigos. Eran tiempos en los que Boca elegía otro tipo de entrenador. O un consagrado de mediados de los 2000, como Miguel Russo, buena elección en ese contexto para darle paz al club. O ex jugadores que cruzaran miradas cómplices con Román, como Battaglia y el Negro Ibarra, el jugador más ganador de la historia del club y el mejor 4 de todos. En el 2022, año político, ya se fue a buscar a Martino. Cuando respondió negativamente, se optó por Almirón, que debía relanzar su carrera en el ámbito local después de su paso por Elche. Llegó a la final de la Copa Libertadores pero no llegó a conmover al hincha ni a la dirigencia. El último, entonces, fue Diego Martínez, un DT que el presidente seguía desde su época de Tigre. El desencanto llegó demasiado rápido después de perder con Estudiantes.

En estos días, cuando como nunca el murmullo llegó al palco presidencial, Riquelme necesitaba un Gago. Pueden terminar en póster con la Copa Libertadores en manos de los dos viejos compañeros o no hablarse nunca más en el resto de sus vidas. Todo puede pasar en el fútbol, más con personajes con sus personalidades tan marcadas. Tan real como que el contexto pedía un cambio de modelo en Boca. Gago en principio garantiza independencia de decisiones, un estilo definido que seduce, conoce el famoso Mundo Boca y sus exageraciones, su nombre no será menospreciado por ningún futbolista del plantel… Y un carácter que difícilmente lleve a dudar sobre quién define los 11 que salen en la cancha o su participación en los refuerzos.

Su carrera como técnico aún está en formación, él lo sabe. No es como en los tiempos que llegaba un campeón como Bianchi, Bilardo, Menotti, el Bambino Veira o el Maestro Tabárez. Aunque ante la ausencia de esos nombres rutilantes, hoy es alguien que tranquiliza y resulta esperanzador para el hincha. Podría haber sido Guillermo Barros Schelotto, aunque se sabe la histórica desconfianza de él con los altos mandos de Boca pese a que se cuente que se cruzaron llamados en los últimos años. De hecho, el Riquelme ídolo en varias entrevistas había sido crítico con el equipo del Mellizo.

Román, cuando todavía estaba afuera del club, solía pensar que «si tenés dudas con el entrenador, si no hay uno indiscutido, hay que elegir a alguien que la gente quiera». Gago también llena en ese casillero. Si bien no pudo escalar a la categoría de ídolo en tiempos de mucha gloria, es muy querido por el público. Su primera aparición en la Bombonera, ya vestido con su traje entallado, se llevará una ola de aplausos. Aunque el más feliz de hacer esa caminata en medio de la cancha será justamente Fernando Gago.

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