En la vida solemos enfrentar momentos en los que sentimos la necesidad de soltar, de dejar ir. No solo actividades o personas, sino también estilos de vincularte: con los demás, contigo mismo, con el mundo. Eso nos genera resistencia al cambio y muchas veces miedo, estamos entrando en un terreno desconocido. Ese miedo es natural; nuestra mente suele aferrarse a lo conocido, incluso cuando ya no nos sirve. Sin embargo, aprender a renunciar desde un lugar consciente y compasivo puede ser la mayor de las ganancias.
Elegir tiene que ver con renuncias. Cada vez que tomas una decisión, dejas algo atrás. Puede parecer que perder algo es un fracaso, pero ¿qué pasaría si en lugar de verlo como pérdida, lo vieras como una oportunidad? Cuando pierdo, creo espacio para lo que realmente necesito dejar ir aquello que nos aleja de la vida que queremos para abrazar aquello que nos importa profundamente.
Piensa en esto: nuestras vidas son como una mochila. Con el tiempo, la llenamos con todo tipo de cosas: responsabilidades, relaciones, creencias sobre quiénes deberíamos ser. Pero llega un momento en el que la carga se vuelve insostenible. ¿Cómo podemos caminar hacia adelante si no hacemos espacio? En la vida no entra lo que no cabe. Por eso, soltar no es un acto de debilidad, sino un acto de amor hacia vos mismo. La única forma de esperar que ocurran cosas nuevas es haciendo espacio, dando lugar. Hacer espacio significa estar dispuesto a mirar lo que hay en tu mochila y preguntarte: ¿esto todavía me sirve? ¿Me acerca a la vida que quiero o me aleja de ella? A veces, esto implica dejar ir actividades que ya no te llenan, personas con las que ya no resuenas, o incluso maneras de estar en el mundo que ya no encajan con vos. Tal vez sea la necesidad de agradar siempre, el hábito de priorizar a otros por encima de vos o el miedo a mostrarnos vulnerables.
Observar tu miedo a soltar no significa que debas luchar contra él. Significa mirarlo con curiosidad y compasión. Ese miedo solo está tratando de protegerte, pero no tiene que tomar las decisiones por vos. Podes elegir desde un lugar más profundo: desde tus valores, desde lo que realmente importa para vos, pero para esto es imprescindible el autoconocimiento. Saber qué quiero implica también conocer lo que no deseo para mi vida. Aunque sea valorado por otros, aunque tenga que ver con el concepto de éxito actual, seas lo que sea, animarme a cuestionarlo.
Renunciar no es fácil. A veces, duele. Pero también es liberador. Cuando eliges dejar ir lo que ya no encaja en tu vida, abrís espacio para que lo nuevo pueda llegar. Espacio para nuevas maneras de vincularte con vos mismo, desde la amabilidad y el respeto. Espacio para relaciones que te nutran. Espacio para descansar, para ser, para respirar. Espacio para tiempo de calidad.
Así que, cuando te sientas agobiado de tareas, cuando sientas que tenés que ¨llegar o poder con todo¨, quizá sea el momento de redefinir qué es ¨todo¨ para vos. Y así, cuando te enfrentes a la difícil tarea de renunciar, recuerda esto: soltar no significa perder, significa ganar. Significa ganarte a vos mismo. Significa crear una vida que se alinee con tus valores, con lo que amas, con lo que querés construir. Y en ese proceso, aunque sientas miedo, encontrarás fuerza, claridad y paz.
Renunciar es, al final, un acto de aceptación. Dejar ir lo que no podes controlar, lo que ya no tiene lugar en tu vida, para abrazar lo que sí. Y de esa manera, en el momento en que siento que estoy perdiendo estoy, en realidad ganándome a mí mismo. En palabras del poeta Fernando Pessoa: «Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos».