En junio de 2023 ocurrió un hecho que cambió por completo la vida de Florencia Campanella, a sus 30 años sufrió un ACV que la dejó meses hospitalizada. Los síntomas iniciaron un día como cualquier otro, aunque debido a una neumonía previa no llegó a notar realmente las advertencias que le enviaba el cuerpo. “Yo empecé con síntomas, estaba trabajando en el colegio, tuve dolor de cabeza a la mañana. Salí de trabajar ya sintiéndome mal, pero con una neumonía previa, entonces pensé que era propio de eso. La neumóloga me dijo que podía ser que me doliera la cabeza. No me preocupé demasiado y me fui a mi casa a dormir”, le cuenta a ADN+ sobre aquel momento inicial.
Sin embargo, esa noche los síntomas empezaron a empeorar antes de dormirse. “Me empezó a temblar la mano derecha y no la podía controlar, entonces la agarré para darle la señal de que frene. En ese momento, se me apagó la tele. Intenté gritar para pedir ayuda a mi novio, pero el grito nunca salió”, recuerda Florencia. Un ACV ocurre cuando el flujo de sangre de una parte del cerebro se detiene, puede ocurrir cuando se rompe un vaso sanguíneo, la falta de nutrientes y oxigeno que puede ocasionar esto. Los síntomas son diversos y variados, el dolor de cabeza es el más común y puede estar seguido de vértigo, entumecimiento de partes del cuerpo, problemas de vista o poca lucidez mental, entre otros tantos.
Una vez que Yamil, novio de Florencia, volvió a la habitación, no percibió la situación en la que se encontraba su pareja, creyendo que estaba durmiendo, se dispuso a hacer lo mismo: “Para él estaba dormida, lo de la mano no lo vio. Lo que me terminó salvando la vida es que convulsioné, me caí de la cama y eso lo despertó. Primero pensó que se había caído mi hijo y después me vio en el suelo y me llevó al hospital. Cuando me desperté, grité. Fue el último registro que tenía de antes de dormirme. Estaba súper asustada y no sabía dónde estaba, entonces me volví a dormir”.
Los días después del ACV y la recuperación por delante
A medida que fueron pasando los días recobró la consciencia, le explicaron que había sufrido tres hemorragias en el cerebro, pero que evolucionaba y no había necesidad de una operación por el momento. “Al principio tuve una pequeña parálisis en el lado derecho, pero me recuperé rápido porque siempre hice actividad física y los médicos me dijeron que eso fue clave para que me recupere rápido. Estoy muy agradecida porque no me dejaron secuelas de la parálisis, sí a veces se me traban las manos, se me duermen el cuerpo o me duele mucho la cabeza, pero hay gente que está con bastón, por ejemplo, y yo pude hacer mi recuperación sola, volviendo a entrenar y con terapia”, relata Florencia sobre cómo fue la etapa posterior al peor momento.
La recuperación tomó su tiempo, tres meses para ser exactos, y durante ese proceso sus seres queridos fueron clave para tener una mejoría más estable. Aunque la neuróloga les especificó que no era necesario hacer terapia ocupacional para lo físico debido a que tanto ella como su pareja tenían conocimiento desde ese aspecto, sí debía trabajar en las secuelas cognitivas del accidente: “Mi familia fue mi apoyo en la recuperación y mi hijo (5 años) era mi motor, porque no lo podía ver. Me fueron mentalizando de que mi vida iba a cambiar, tenía que tomar una medicación de por vida… Mi papá se sentó a hablar de esto y de cómo iba a procesar todo con el tiempo. A mi mamá le pedí que me traiga un libro, un cuaderno y una lapicera. Me refugié en lo artístico y empecé a escribir, algo que siempre me había gustado. Les decía a las personas que me corrijan si escribía algo mal. Escribía todo lo que sentía, me ayudó mucho, sentí que tenía mucho para decir y dejar de callar. Escribía lo que sentía y lo que pasaba, cosas del antes y del después del ACV. Tuve los ojos cerrados mucho tiempo. Me desperté de cierta forma”.
A pesar de haber tenido familiares con historial de este tipo de situaciones, los médicos negaron rotundamente una conexión entre los hechos, siendo principalmente algunas enfermedades que tenía Campanella las que lo facilitaron, aunque fue el estrés que sufría lo que lo terminó potenciando: “Lo descubrieron a los tres meses del ACV, hasta ese momento no estaba medicada y a partir de ahí me dieron medicación. A mí me frustró mucho post pandemia, perdí a mi abuela, un tío y una amiga. El colegio cambió mucho y en 2022 echaron a más de 40 profesores y traían gente sin experiencia para no pagar antigüedad. Jugaron con el trabajo de la gente y a mí me ponía muy nerviosa. Nunca tomé alcohol, nunca fumé, siempre fui muy sana”.
Aprender a vivir con situaciones que no eran habituales
Una de las secuelas recientes que le ocasionó el ACV a Florencia fue la pérdida o distorsión de la memoria y así lo detalla: “Al principio mandaba mensajes de forma errada, a gente que no era y me daba vergüenza. Ahora me lo tomo con humor. Una amiga me escribió una carta y pensé que la había subido ella, pero lo hizo mi mamá, la leí, pero no me la acordaba, después la volví a leer y lloré. A veces pensaba que quedaba como loca, pero me entendían. Me acuerdo un momento, cuando volvimos de la clínica, que estaba lloviendo granizo y me desperté como si fuese un niño descubriendo el mundo. Le dije a mi novio, de forma eufórica, que se despierte porque estaban lloviendo ‘rolitos’. Me miraba y se reía. Me dijo que no eran rolitos y yo estaba segura de que lo eran, no era una confusión de colgada, sino que estaba segura. Le pregunté frustrada y me explicó que le decían granizo. Pero pasó al principio, después me fui acordando”.
Durante su recuperación, su trabajo en un colegio peligró, le exigían certificados médicos de forma constante, los cuales se los enviaba mediante un compañero, “pero nunca les llegaba”. Una vez que consiguió el alta, volvió a trabajar, pero al mes la despidieron. Sin embargo, esto no la intimidó en lo absoluto: “Me cambió la visión de la vida y valorás cada detalle. Me volví más positiva y me motivé a hacer más cosas después de lo que me pasó ¿A qué más le puedo tener miedo? Me recuperé con proyectos laborales y armando cursos, nunca dejé las otras cosas si bien pude volver a bailar, dar clases y a estudiar para recordar cosas que había olvidado”.
Planteó un curso de pilates reformer en Temperley para este año, que el 15 de marzo iniciará ya con 20 personas inscriptas. “Estoy escribiendo el manual yo, no quería algo ajeno. La idea es también hacer un curso de ritmo y de danzas, quiero capacitar otros profes y transmitir lo que hago en las clases. Ayudo a los que vienen a las clases, les digo que con voluntad todo se puede hacer. Si te quedas encerrado en lo mismo, nunca avanzás”.
En lo que fue un suceso desafortunado, Florencia decidió tomar lo mejor y avanzar de manera positiva en lo que más aprecia, la vida. “Siempre fui positiva y resiliente, amo la vida y tomo todo lo malo con algo positivo. Al principio de la pandemia tuve muy poco trabajo, porque como profesora de educación física no podía hacer nada y por eso no me pagaban, entonces arranqué un emprendimiento de comida. Después del ACV, potencié esa visión de la vida. Voy por todo, todo lo que quiero hacer, lo hago. Cumplir los sueños es ahora”, comenta Florencia y asegura que le gustaría que en el futuro la recuerden “como alguien positiva que hizo todo para lograr sus sueños. Si no los logro, que puede pasar, por lo menos lo habrá intentado”.