Rodrigo Abd, el fotógrafo argentino que ganó su segundo Premio Pulitzer

Nació en Adrogué en 1976 y desde hace más de 20 años que se desempeña como fotoperiodista. Hace unos días, obtuvo su segundo reconocimiento de parte de la Universidad de Columbia, gracias a su trabajo en cubriendo la guerra entre Rusia y Ucrania.

Por Lucas Torretta

May 14, 2023

Rodrigo Abd es uno de los argentinos con más reconocimiento del mundo. Hace unos días, el oriundo de Adrogué recibió el Premio Pulitzer por su trabajo como fotoperiodista cubriendo la guerra entre Rusia y Ucrania.

Es la segunda vez que este galardón que otorga la Universidad de Columbia es ganado por el fotógrafo, pues la primera fue en 2013 gracias a la labor que llevó a cabo en el conflicto de Siria.

Abd nació el 27 de octubre de 1976 y en el año 1999 comenzó a desempeñarse en la profesión en los diarios La Razón y La Nación. En 2003 fue contratado por Associated Press, la agencia de noticias de Estados Unidos, y desde entonces viaja por el mundo retratando las imágenes más impactantes de los conflictos armados o la naturaleza.

En una entrevista con Infobae manifestó que nunca quiso ni le interesó ser corresponsal de guerra y que si bien siente una “atracción por el conflicto”, no es lo único que hace.

Y agregó: “En Guatemala hacía concursos de reinas de belleza de tercera edad, festivales folclóricos y al otro día hacía una masacre en una cárcel. Convivo con distintas realidades dentro del fotoperiodismo. Y eso me permite sobrevivir. Hacer solo conflicto es muy desgastante. Conozco amigos que sufren estrés postraumático. Están con psicólogo durante años”.

Dialogando sobre su profesión, el argentino manifestó que la realidad a la que se enfrentan los fotorreporteros es “menos romántica y más lineal” que lo que muestran las películas y las series, ya que “uno hace lo que puede, ayuda mientras puede o hace las dos cosas a la vez”.

Rodrigo Abd es uno de los mejores fotoperiodistas del mundo.

¿Qué fotos le brindaron a Rodrigo Abd el Premio Pulitzer?

En 2013, el equipo de fotógrafos de la Associated Press recibió el galardón en la categoría de Fotografía de Noticias por la cobertura de la guerra civil en Siria. La plantilla estaba compuesta por el argentino y sus colegas Manu Brado, Khalil Harma, Narciso Contreras y Mahoma Muheisen.

Una de las fotos de Rodrigo Abd que quedó seleccionada fue la de una mujer llamada Aída, en la que se la puede observar con quemaduras, ensangrentada y llorando por la situación que le tocó vivir.

La foto de Aída obtuvo el Premio Pulitzer en 2013.

En una nota que dio en aquel momento, Abd declaró el significado que existe alrededor de la imagen: “La historia es muy fuerte, porque nosotros llegamos al hospital, a una clínica de la Cruz Roja en Idlib, y de repente nos encontramos con la situación dramática de la mujer llorando en la cama al lado de una hija, toda vendada.  En la cama de al lado también se encontraban dos hijas más y todas ensangrentadas. En ese momento se nos acerca una familiar y nos dice que no le preguntemos cosas a ella porque todavía no sabía que ‘su marido y sus otros dos hijos habían muerto durante el ataque’. Fueron bombardeados esta familia y su casa. Esa foto, ese llanto de la mujer, me parece que resume mucho el drama que vive el país”.

El segundo Pulitzer le llegó por su trabajo en la guerra entre Rusia y Ucrania. Esta vez fueron siete los integrantes de AP premiados por su fotoperiodismo durante el 2022 en el país europeo.

Dentro de las obras seleccionadas, la más impactante y visibilizada fue la que Abd tomó sobre una mujer que llora al lado del ataúd de su hijo en las afueras de Kiev. El retrato se consiguió el 16 de abril y muestra a Nadiya en uno de los momentos más fuertes y dolorosos de su vida.

La cobertura en la guerra de Rusia y Ucrania le valió su segundo Pulitzer.

En los últimos días, el fotógrafo dialogó con Télam y explicó la historia detrás de su trabajo: “Fue en Bucha, un pueblo devastado, donde se cometieron las mayores masacres de la guerra. Se improvisó una morgue en el medio del cementerio local y todos los días íbamos a ver lo que estaba pasando, los destrozos, la gente que salía de los sótanos, porque el lugar había estado sitiado”.

Y añadió: “Durante días y días vemos a esta señora sentada enfrente de la morgue. Al principio estaba muy reacia y no quería hablarnos. La relación se fue construyendo con el tiempo, al punto que nos invitó a su casa. Íbamos siempre, ella estaba ahí sentada, miraba entre los bolsas con cuerpos buscando el de su hijo. Finalmente lo reconoce, en un container, pero pasan otros tres o cuatro días para que se lo entregan. Dos días antes de que me vaya lo pudo enterrar en el cementerio. La historia de ella es la historia de miles de familias ucranianas”.

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