Fernando Bolan es un argentino de esos que deberían cotizar en bolsa. De esos por los que uno no entiende que el país esté como esté si hay gente como él. Profesionalmente es reconocido en todos los ambientes por su labor como director de Ticketek Argentina. Sin embargo, sus virtudes más grandes las muestra en su vida personal y familiar. Su sensibilidad lo hace un tipo super querible. Por eso no me sorprendió, o sí, cuando después de la presentación de ADN+ me dijo que quería presentarme a una persona muy especial. No dudé porque estaba él en el medio y, sin darme más detalles, organizó un Zoom que se convirtió en uno de los encuentros más reveladores que tuve en los últimos años.
En la pantalla apareció una chica simpatiquísima de 22 años. Fernando le contó quién era yo y me pidió que le relatara a ella lo que era ADN+ y cuál era nuestro propósito. Y después le dijo a ella que se presentara y que me contara su historia. Rocío Ormaechea empezó a hablar, hablar, hablar, pero nunca dejó de sonreir. Me contó que tenía un tumor cerebral no operable con la misma naturalidad con la que me podría haber contado qué había comido ese día. Y con entusiasmo puro explicó que le apasionaba la danza, el teatro musical y también que quería ser maestra jardinera porque le encanta la inocencia de los chicos. Y que estaba disfrutando la vida como nunca y tenía ganas de dar mensajes a la mayor cantidad de gente posible.
¿Qué mensajes quería dar? “Que disfrutemos a las personas que tenemos al lado y lo que nos pasa aunque sea malo porque quiere decir que estamos vivos. Y vivamos cada instante como si fuera el último porque de verdad puede ser el último. Nada es tan malo como parece. Ni siquiera el cáncer. Y lo más importante. Ayudemos a todos los que podamos. Como sea. Con una sonrisa o un abrazo a veces basta. Y si alguien se cae en la calle levantalo. Y si alguien te pide el asiento del colectivo daseló. No preguntes nada. Yo me caí en la calle y no me levantaron. Yo pedí el asiento en el colectivo y no me lo dieron. No importa. No me enojé con las otras personas porque entiendo su desconfianza. Porque dejamos de creer en la gente. Y yo quiero hacer lo posible para que recuperemos la fe en los demás”.
En la charla nos dijo que le encantaría escribir en ADN+ porque quiere hacer lo que tiene ganas, cumplir todos sus sueños y porque quiere dejar una huella. Y nos contó que todos los días le agradece a la vida. Sí, lo repito por si alguno no lo leyó bien. Todos los días le agradece a la vida. Ella, con un tumor cerebral no operable, todos los días le agradece a la vida. Porque valora lo que tiene. Incluso una enfermedad que le provoca dolores constantes, mareos y caídas pero que también le permitió tener una mirada nueva del mundo. Porque ella es feliz pese a todo. Y quizá haya un secreto guardado ahí.
Porque uno a veces se confunde y cree que la felicidad la va a encontrar cuando conozca a la persona ideal, cuando se reciba, cuando tenga un mejor sueldo, cuando se compre una casa o cuando logre ese objetivo material que tanto le preocupa. Y cuando llega ese momento la alegría es efímera, dura un rato, porque enseguida aparece otro objetivo. Y no se dan cuenta de que nunca encuentran la felicidad porque está escondida adentro nuestro. Por eso hay millonarios que están solos y tristes. Por eso hay gente exitosa que se quita la vida. Porque creyeron que habían llegado a la cima y ahí, si no lo entendiste, es seguro que te falte el aire.
La gente feliz de verdad es feliz siempre. No importa lo que le pase. No importa lo que le falte. Por eso te pido que si querés lograrlo y entrás un rato a ADN+ no me leas a mí. Leé las columnas de Rocío porque ella sí que entendió todo.