En La Cumbrecita, en medio de las Sierras Grandes de Córdoba, no hay bocinazos. Tampoco colas de autos ni gritos. Es que ahí, a 120 kilómetros de la capital de La Docta, se prioriza el paso peatonal y el cuidado de la naturaleza.
Entre bosques y cascadas, el sitio -que cuenta con casi 800 habitantes- es uno de los pocos rincones peatonales del país, junto con La Carolina, y uno de los primeros de todo el continente sudamericano.
El pueblo fue fundado por el alemán Helmut Cabjolsky, quien arribó a este sitio en la década del 30’ para abrir una sucursal de la empresa Siemens en un rincón alejado del bullicio. Fue el hombre quien encaró los primeros trabajos de reforestación.
Luego, se fueron sumando casa de adobe, viveros y los primeros caminos, que fueron pensados para el tránsito a pie. La prohibición del ingreso de vehículos se dio, desde un principio, para respetar el entorno natural y cuidarlo de la contaminación.
Casi todas las viviendas cuentan con sistemas de energía renovable, como paneles solares, y los plásticos, vidrios y metales son reciclados de manera eficiente en una planta cercana. «Estimado visitante, nuestra localidad ha sido declarada zona de protección ambiental. Por esta razón está prohibido acampar, cazar, prender fuego, tirar residuos fuera del cesto y arrancar plantas», es la bienvenida en la entrada.
La principal fuente de trabajo proviene del turismo. Los visitantes pueden disfrutar de rutas de senderismo que los llevan a lugares como la Cascada Grande, o realizar recorridos más desafiantes como el trekking hacia el Cerro Wank, desde donde se obtiene una vista impresionante de las sierras.